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QUEJICAS

QUEJICAS

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Quejicas son mis colegas jubilados que no hacen más que protestar por todo lo que sucede a su alrededor, sin tener en cuenta que tenemos un sueldazo sin trabajar y que vivimos demasiado tiempo con grave perjuicio para las arcas del Estado, como muy bien dijo Cristina, la directora de las monedas internacionales, a quien deseo otros cincuenta y nueve años de vida, para que sepa lo que es bueno y disfrute del respeto que a nosotros se nos tiene.

Quejicas los jubilados, incluso cuando les aumentan la pensión, como ayer anunció el interino presidente del Gobierno guiñando de forma incontrolada el ojo, al anunciar una subida del 0,25 % en la prestación por jubilación, en vez de bajárnosla un 60 % como podía haber hecho con el aplauso de los troikistas y las agencias funerarias.

Quejicas los jubilados que están demostrando una incomprensión absoluta hacia el Gobierno por haber incumplido el compromiso de subirnos las pensiones tanto como el índice de precios al consumo, sin tener en cuenta la herencia recibida, ni la salvación de los pobrecitos banqueros, cuyas indemnizaciones y pensiones vitalicias no les permitirán llegar a fin de mes, …. del año 13.013.

Pero no solo son quejicosos los jubilados, sino también malencarados con los mandamases y desagradecidos con el respeto que nos han tenido y el cariño demostrado custodiando nuestra hucha nacional para que no la malgastemos en chuches que dañen nuestros dientes y podamos ayudar solidariamente a no se sabe quién, con los mordiscos que han pegado al fondo toledano que nos garantizaba la supervivencia.

Por mi parte, ya he contratado un experto en inversión financiera para que invierta y administre los dos euros anuales que recibiré con el aumento anunciado de la pensión, para obtener con ellos la máxima rentabilidad y comprarme un cortijo donde meter la manada de cínicos que nos insultan cada día.

PRECAVEOS DE LOS CÍNICOS

PRECAVEOS DE LOS CÍNICOS

Unknown

Ingenuas y bondadosas personas siguen creyendo en idearios, palabras y promesas, sin percibir que son los hechos quienes acreditan la veracidad de las afirmaciones, pues el cuerpo no sigue a la sombra, sino al revés, como dice la palabra sagrada al afirmar que por sus obras se conocen a las personas, confirmando el refranero que “obras son amores y no buenas razones”.

Tal es el criterio que debemos seguir para distinguir a las personas sinceras de los tramposos; a los honrados políticos de los farsantes; a los amigos leales de los traidores; a los vecinos cabales de los impostores; a los colegas honestos de los estafadores; y a parientes legales de villanos.

Son las obras, los comportamientos y las actuaciones concretas de las personas quienes marcan la frontera entre el afecto y el desprecio, porque la deslumbrante apariencia de las grandes palabras y la verborrea, son la piel de cordero que oculta bajo de ella el lobo que los cínicos llevan dentro.

Hay que poner atención en las conductas y observar los hechos para distinguir la realidad de la apariencia, pues estamos rodeados de encantadores de serpientes que nos embaucan antes del mordisco, de abrazafarolas que se prodigan en falsos afectos antes de la traición y de charlatanes que nos seducen con cantos de sirenas antes de darnos un zarpazo.