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Etiqueta: chabolas

ASALTO A LA VIDA

ASALTO A LA VIDA

Un centenar de seres humanos procedentes de la hambruna han saltado la doble valla concertinada que limita el norte del sur en territorio africano español, besando con reverencia el suelo conquistado tras jornadas incansables de caminar huyendo del maldestino en que la fatalidad los dejó abandonados al pairo de la vida.

Asaltos que no detendrán las vallas europeas, ni los muros mejicanos, ni las tempestades mediterráneas, ni las muertes incesantes de las pateras, porque cuando las personas no tienen nada que perder están dispuestas a perderlo todo por conquistar un mundo donde se discute la calidad del chocolate mientras los asaltantes se muerden los codos de hambre.

Para comprenderlos es preciso poner el oído en su pecho y escuchar los latidos de su alma exiliada y el desgarrado grito silencioso de la soledad que les acosa con voz ronca de queja resignada y dolorida por la marginación y el desamparo, poniendo al descubierto la huella de las espuelas que el jinete de la miseria deja en su quebrada existencia.

Inmerecido destino del azar que se entretuvo en cuna de terciopelo, mientras la lluvia destilada en las chabolas maldecía el futuro de estos desesperados, humedeciendo con lágrimas enrojecidas el llanto enjaulado en la impotencia de quienes no han cometido otro delito que nacer al sur de la opulencia.

BUSCADORES DE PAN Y PAZ

BUSCADORES DE PAN Y PAZ

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Oyendo hablar al megamultimillonario del anaranjado tupé que rige el cono norte de la opulencia, es obligado vacunarse contra la insolidaridad para evitar indeseables contaminaciones, inoculándonos en el alma dosis de fraternidad humana para favorecer las aspiraciones de mejorestar que traen a la espalda quienes huyen de matanzas ordenadas por las manos usurpadoras que firmaron los tratados de paz.

Hacinados en chabolas de plástico y espacios insalubres, aspiran a ser nuestros vecinos tras peregrinar descalzos por la nieve, estrellarse contra muros, colgarse de concertinas o zozobrar en pateras inmigrantes zarandeadas por manotazos salobres sobre la indefensa balsa caucho, huyendo de la muerte y dispuestos a sudar por una patria lejana de la que los vio nacer, en hogares desterrados y con las bocas resecas, tratando de ahuyentar el hambre, con angustia en sus cuerpos y lagrimeantes soledades recordando la tierra de procedencia.

A los inmigrantes y refugiados que pretenden llegar a nosotros desde la hambruna o la pólvora buscando el pan que no pudieron amasar en sus países de origen, debemos acoger como vecinos, sabiendo que su único delito ha sido nacer en áreas de pobreza o de locura fratricida, condenados al abandono por fatal infortunio de la cuna o la codicia, que hace reyes a unos y a otros esclavos de la necesidad, sin merecer unos ni otros la suerte o desgracia que les ha tocado en tan injusto reparto.

EMBAUCADORAS LUCES Y ESCAPARATES

EMBAUCADORAS LUCES Y ESCAPARATES

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Ya lucen arcos multicolores las calles con caprichosas formas, jugueteo de campanas, espirales, palmeras y nevadas lágrimas cayendo desdibujadas en la niebla, junto a luminosos escaparates comerciales seduciendo con guiños las voluntades de infantes, jóvenes y adultos, que rompen a golpes antojadizos la hucha extraordinaria de Navidad.

Se avecinan días consumistas, herederos directos del sempiterno gasto navideño, albaceas de antiguas bonanzas económicas y testaferros de créditos bancarios para alcanzar lo inalcanzable con escalera prestada, pretexto de veleidades propias de tiempos bíblicos de vacas gordas.

Están llamando a la puerta las mojigangas, los protocolarios deseos de felicidad y las teatrales escenas navideñas con figurantes ridículos y extravagantes alardeos de solidaridad, mientras la realidad desnuda de la miseria merodea los arrabales, zulos y chabolas, soportando el desprecio de los escaparates.

Banal consumismo que nos invade en tiempos de penuria para tantos frustrados vecinos, sin opción a participar en el teatro de vanidades, donde muchos se deslizan por el tobogán sobreabundante del despilfarro con crampones familiares, dispuestos a subir la pared congelada que acecha tras el dominico Raimundo de Peñafort.

La prestigiosa dramaturgia hispana se encontrará en pocos días afectada por febril ataque de compulsivo dispendio, sin moderación, cordura, ni estilo, porque los genes y hábitos adquiridos durante años obligan a ello, aunque muchos terminen colgados del abismo en la vertical de enero.

Pocos detectarán las “morcillas” en los textos publicitarios, porque lo más real será el espectáculo de títeres y marionetas que representaran a diario quienes se dejan manipular por los tramoyistas que mueven entre bambalinas los hilos de sus incondicionales polichinelas.

EL «SISTEMA»

EL «SISTEMA»

Estamos dominados por un “sistema” que ha impuesto su método, donde impera el dominio de unos países sobre otros y de unas personas sobre otras, sin que los perjudicados se rebelen contra él, ni los beneficiarios del mismo agradezcan los servicios prestados a los remeros que sudan en las galeras de sus barcos para que ellos viajen felizmente en cubierta, tomando el sol y bebiendo piña colada.

Evito hablar de clases sociales para no herir castos oídos de puritanos capitaleros y eludir la crítica de sus palmeros publicistas, acusándome de utilizar un lenguaje trasnochando y perdido en la historia, por real que sea el desequilibrio existente entre el palacete y la chabola; el yate y la patera; el avión y la bicicleta; los sueldos millonarios y las limosnas; el caviar ruso y el mendrugo; la hartura y la hambruna.

El “sistema” ha convertido al vecino en enemigo; el amor en estraperlo; la solidaridad en rapiña; los trabajadores en utensilios; la competencia en peldaño de ascenso; el poder en ángel de la guarda; y el dinero en becerro de oro al que adorar cada noche antes de dormir y reverenciar por la mañana al salir de casa.

FELIZ CUMPLEAÑOS, MONSEÑOR

FELIZ CUMPLEAÑOS, MONSEÑOR

Setenta y cinco años cumple hoy Antonio María Rouco Varela, el clérigo que ha hecho más “cardenales” de todos los cardenales españoles. Arzobispo de Madrid y cuartelero de los obispos que pastan su grey en la piel de toro. Setenta y seis años de santidad, porque a este pastor ya le fue encomendada la redención de los pobres en el vientre de la madre antes de su nacimiento, según ha comentado alguien cercano a él.

Era intención de tan humilde siervo de Dios, celebrar su aniversario compartiendo raciones de ácidos mendrugos con desheredados, tras lavarles los pies como hizo su Señor, pero las circunstancias le han obligado a sacrificarse – también por los pobres bienaventurados, claro -, cambiando dolientes fieles famélicos por 60 purpurados de seda en torno a un mantel, dejando a la intemperie los millones de hambrientos que a su puerta llegan.

Frugal comida refrescante a base de platos tradicionales de la gastronomía española, – sin huesos ni espinas -, que compartirán en el Palacio Arzobispal, tras rezar a Dios dándole las gracias por los alimentos que reciban. Delicias servidas por veinte fieles profesores y estudiantes de la Escuela de Hostelería del Centro Educativo Fuenllana, sin que hasta ahora se sepa quién abonará los casi seis mil euros del convite o si pagarán a escote los jerarcas, aportando cada uno los 89 euros que previsiblemente importe el festín.

Comenzarán degustando aceitunas españolas, tostas de foie aromatizadas con brandi, jamón ibérico, una rica selección de quesos con diversos panes y un corazón de alcachofa gratinado con salsa holandesa. Luego acometerán el salmorejo sin ajo, pero con huevo de codorniz, jamón ibérico y una crema de calabaza y remolacha con espuma de queso suave. Interrumpirán el convite tomando un refrescante sorbete de limón con gelatina de ginebra y salsa de bayas de enebro, libando entre medias una gran variedad de vinos. Los ancianos pastores abordarán luego un solomillo al vino tinto con puré de patata y verduras salteadas. Y, finalmente, se recrearán con un helado de limón, gelatina de gintónic y salsa de bayas de enebro, acompañado de productos típicos españoles, como rosquillas madrileñas, pestiños o tejas, así como chocolatinas con el logotipo de la JMJ y  cerezas bañadas en chocolate, preparados por las monjas de clausura de Ávila. Como sorpresa para el Santísimo Padre, los cocineros han inventado unas ricas gominolas de cerveza, para darle un toque alemán al menú.

No está mal, verdad.

Para tranquilizar a los lectores, advierto que están prevenidos los servicios de urgencias de los hospitales madrileños para tratar las inevitables indigestiones que sucederán a semejante exceso gastronómico. También se han habilitado inútilmente confesonarios en las chabolas y en los campos de refugiados, para absolver tanta humillación a la hambruna con este degradante testimonio, insulto doctrinal patrocinado por el máximo defensor de la ortodoxia católica.

Igualmente se han dispuesto miles de reclinatorios en torno a los centros hospitalarios para que vayan a rezar por la supervivencia de los indigestados, todos los que se hayan comido los codos de hambre mientras los dominadores de sus conciencias llenaban la andorga con manjares.


¿DEMAGOGIA, DIPUTADO?

¿DEMAGOGIA, DIPUTADO?

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En un momento de enajenación mental transitoria, tan frecuente en ciertos políticos, uno de ellos ha declarado que es demagógico hablar de cinco millones de parados porque todo el mundo sabe que no es cierta esa cifra debido al trabajo negro que se encubre en esos millones. Además – añado yo – ¿cómo puede alguien comerse los codos de hambre si no llega con los dientes a esa articulación?

Tiene razón este parlamentario, hay mucha demagogia acunada con mentiras del tres al cuarto. Si él y los que con él mueven los hilos de las marionetas que deambulan por la piel de toro, dicen que España no va tan mal como dicen los demagogos, será que tienen razón, aunque nadie les comprenda. Pero querríamos que nos aclarara unas preguntas sin importancia, al hilo de sus declaraciones sobre la demagogia existente en su país, que casualmente es el nuestro.

¿Es demagógico hablar del millón de analfabetos que tenemos entre nosotros o de los muertos que se quedan en el camino cansados de hacer cola en las lista de espera de los hospitales por falta de servicios y facultativos?

¿Es demagógico condenar la injusticia de las chabolas, la orfandad de las pateras, las moscas en famélicos rostros y la búsqueda en los contenedores de alimentos desechados por las tarjetas de crédito y productos caducados, que rebañan a la intemperie pobres de solemnidad, mientras en lujosas mansiones millonarias se proponen medidas fraudulentas de ingeniería financiera?

¿Es demagógico proponer que los cuatro millones y medio de euros que la Agencia Española de Cooperación Internacional ha entregado para actividades de cooperación, se emplearan en escuelas de alfabetización y llevar alimentos a los comedores sociales?

¿Es demagógico que el común de los mortales se indigne ante un gobierno que se apellida socialista por no haber dado un puñetazo encima de la mesa cuando el ERE de una empresa con beneficios multimillonarios manda al paro a 8.500 trabajadores, mientras sus dirigentes se reparten millones de euros entre ellos?

¿Es demagógico rechazar la minoración de salarios a los funcionarios y la congelación de míseras pensiones a jubilados, viendo los sueldazos, pluriempleos, y privilegios de los políticos?

¿Es demagógico pedir que paguen la crisis y devuelvan lo que se han llevado, quienes la han provocado y no quienes la están sufriendo, mientras los banqueros conservan la sonrisa, los especuladores engordan su patrimonio y los corruptos mantienen sus cuentas corrientes?

¿Es demagógico pedir un esfuerzo por descubrir a los defraudadores fiscales que nos otorgan el triste privilegio de estar 10 puntos por encima del fraude fiscal europeo, con una tasa del 23 % de nuestro Producto Interior Bruto, que representa varios miles de millones de euros?

¿Es demagógico criticar que un juez, un fiscal, un catedrático o un neurocirujano de la Seguridad Social, perciban menor salario que políticos municipales o diputados, por el trabajo virtual que realizan la mayoría de ellos?

¿Es demagógico censurar que los trabajadores tengan que cotizar 35 años a la Seguridad Social para recibir la prestación por jubilación y que los diputados la disfruten con siete años de ¿trabajo?, bastándole a los ministros con prometer el cargo, aplaudir al jefe y sacar conejos de la chistera?

¿Es demagógico pedir que a los políticos se les haga un examen sobre mínimos conocimientos culturales, y un test psicológico sobre su capacidad mental, en vez de acreditarse con pruebas físicas de genuflexiones e inclinaciones de tronco ante sus padrinos?

¿Es demagógico que los ciudadanos hagamos cuentas sobre lo que pagamos en comilonas, festejos, regalos, coches, viajes, guardaespaldas, teléfonos y chóferes para los miles de políticos que exhiben metálicas tarjetas de crédito alimentadas con el sudor del de enfrente?

¿Es, en fin, demagógico, querido diputado, proclamar que sólo con las dietas que usted percibe sobreviven varias familias en este demagógico país, donde habitan demagogos como usted aprovechándose de la paciencia ajena y la resignación de millones de ciudadanos «indignados»?