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Etiqueta: Casablanca

J.F.K.

J.F.K.

Unknown

A las doce y media de la mañana del viernes 22 de noviembre de 1963, una bala de origen desconocido perforó el cráneo y desparramó por el aire de la ciudad de Dallas el cerebro del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, mientras éste paseaba en coche descubierto por la calle Elm, junto a su esposa Jackie.

John Fitzgerald Kennedy para los votantes, Jack para los amigos y JFK para el pueblo, se hizo inmortal mitificado por su trágica muerte, ante el asombro del mundo al ver que la nación más poderosa de la Tierra no pudo evitar su muerte, ni dar respuesta al magnicidio, ni encontrar a los culpables, porque sólo Warren y sus muchachos estigmatizaron a Oswald.

Este joven y único presidente católico, protagonizó el fracaso invasivo a la Bahía de Cochinos, venció la crisis provocada por los misiles cubano-rusos, fue berlinés ante el muro de Berlín, promovió la carrera espacial y luchó por los derechos civiles, tras llegar a la Casablanca con el mismo dinero que su padre hubiera necesitado para hacer a su chofer miembro del Congreso.

Condecorado por herida de guerra, amante oscurecido por la prensa, enfermo crónico de espalda, amigo de mafiosos, premio Pulitzer a la mejor biografía, deficiente hormonal por la enfermedad de Addison y presidente de los Estados Unidos desde el 20 de enero de 1961 hasta el 22 de noviembre de 1963, ha pasado a la historia como uno de los mejores presidentes de su país.

JFK se ha convertido en el arquetipo de las aspiraciones estadounidenses, en la esperanza de la nación y en el modelo de compromiso ciudadano con el progreso del país, pidiendo a sus compatriotas que se olvidaran de cuanto el Estado pudiera hacer por ellos y pensaran en lo que ellos podrían hacer para engrandecer la patria que habitaban.

HIROSHIMA

HIROSHIMA

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A las 2:45 h del lunes 6 de agosto de 1945 el bombardero Enola Gay despegó del islote Mariano de Tinian llevando sobre el fuselaje la bomba atómica Little Boy, para evitar un accidente imprevisto en el momento del despegue que cazara al cazador y salvara de la muerte a los 120.000 japoneses que habitaban una ciudad portuaria e industrial situada en el delta del río Ota.

Acompañaban al Boeing B-29 en su mortífero vuelo, un avión fotográfico y otro instrumental, cuando a las 8:15 horas se levantaba sobre Hiroshima una columna funeraria de color gris que calcinó a 4.000 grados todos lo que encontró a su paso en 13 kilómetros alrededor de la explosión.

Como Kantaro Suzuki no sacó bandera blanca ante la explanada de la Casablanca, su inquilino Harry Truman decidió enviarles tres días después un nuevo bombazo a los habitantes de Nagasaki  para sacar a los japoneses de su error, que terminaron por enviar al ministro de exteriores Mamoru Shigemitsu a firmar el acta de rendición incondicional  al acorazado Missouri.

El presidente americano dijo por la radio con irreligiosa fe, insultante cinismo y descarada soberbia: «Agradecemos a Dios que haya puesto la bomba en nuestras manos, y no en manos de nuestros enemigos; y le rogamos que nos guíe en su uso de acuerdo con sus caminos y sus propósitos»

Así finalizó la Segunda Barbarie Mundial que dejó en las trincheras, bunkers, mesetas, ciudades, océanos y campos de batallas ¡60 millones! de víctimas militares y civiles, de lo cual no parecen estar arrepentidos los gobiernos, porque gastan al año ¡1,3 billones de euros! en mortífero armamento, cuando ese dinero eliminaría la hambruna en el mundo.

CASABLANCA

CASABLANCA

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Mi poca afición al cine contradice la placentera costumbre que tengo de ver periódicamente la película “Casablanca” sin cansarme de hacerlo desde mi juventud, lo que permite a familia y amigos bromear con ello, ironizando sobre este recreo que me acompaña desde los años mozos.

De “Casablanca” me gusta todo, como le ocurre a mis paisanos con el cerdo del que se saborean hasta los andares. No veo en la película más desperfecto que las deficiencias técnicas propias de la época, como la torpe simulación de neblina con humo o el avión de cartón dibujado a escala, porque todos los arreglos están justificados ante la grandeza de un film con pinceladas de resistencia francesa a la invasión nazi, una vez que el mariscal  Petain firmó el armisticio en Compiègne partiendo Francia en dos zonas: la ocupada por los alemanes y la del Gobierno colaboracionista de Vichy que regía la ciudad marroquí de Casablanca, donde Rick regentaba su café.

Incluso el apaño de elevar la estatura de Bogart con ladrillos y cojines cuando estaba junto a Bergman para compensar la mayor altura de ésta, pasa desapercibido ante las palabras de Rick anunciando al corrupto policía Renault al final de la película que allí comenzaba una bella amistad, tras disparar Rick contra el mayor Strasser y pedir a los guardias que detuvieran a los sospechosos de siempre.

Complace ver al estadounidense propietario del tugurio ocultar sus sentimientos tras una máscara de dureza y frialdad, viéndole renunciar al amor para no romper el amor. Personaje expatriado, cínico y amargado que se debate entre el amor y la ética, optando por ayudar a su enamorada Lisa a escapar con el marido Laszlo, líder de la resistencia contra los nazis, para que éste siga luchando contra ellos, mientras ella comparte amor eterno con Rick porque siempre les quedará París y el amigo Sam recordándoles al piano que el tiempo pasará.

MENTIRAS

MENTIRAS

Si mentir es manifestar lo contrario de lo que se sabe, se cree o se piensa, es obvio que la mentira reina en el mundo desde el Vaticano a La Meca; de la Casablanca al Kremlin; de los juramentados a los jurados; de jueces a fiscales; de acusadores a acusados; de policías a ladrones; y de vecinos a vecinas.

Es así, porque todos hemos mentido en alguna ocasión para evitar un castigo, obtener un beneficio o despistar a los preguntones. Así decía mi abuela: a quien mucho quiere saber hay que decirle poco y al revés.

El problema no son los engaños ocasionales o las piadosas mentiras, sino el embuste como oficio ejercido por mentirosos profesionales. Tal es el caso de los políticos en campaña electoral y fuera de ella, es decir, siempre que se suben a una tribuna para ofrecer al pueblo lo que saben de antemano que no van a darle.

Algo parecido ocurre con determinados abogados a quienes no les basta su propio cinismo, y transmiten el virus por vía minuta a los clientes obligándoles a jurar todo lo que se le ponga por delante, obedeciendo el mandato del letrado que con mentiras y falsos testimonios, pretende librar al culpable de la trena.

El problema es que hay abogados tan celosos de su oficio que van por el mundo vacunados contra la verdad, pensando que engañan al personal sin darse cuenta que las convicciones de cada cual, – aún sin pruebas demostrables -, le bastan a los vecinos para hacer indigeribles las mentiras que pueden ser aceptadas en tribunales de justicia por falta de pruebas.

VIVIR LA VIDA

VIVIR LA VIDA

Al poeta bilbaíno le quedaba la palabra después de perder el tiempo, sufrir sed, pasar hambre y abrir los ojos hasta desgarrárselos. A Rick y a Lisa, perdidos en Casablanca, les quedó para siempre París, donde vivieron un amor inolvidable. Hay cantante que va en julio por la iglesias pregonando que le queda la esperanza. Los creyentes católicos esperan disfrutar en el cielo lo que no han gozado en la tierra. Y a todos los demás nos queda íntegra la vida a partir de ahora, que es lo único que necesitamos para ser moderadamente felices.

Acompañándonos estará la vida por toda la eternidad, quedando ésta reducida a los años que tenemos por delante para sonreír, amar, soñar y compartir. Y nos queda la vida entera, porque ni rey ni roque podrá arrebatárnosla mientras dure. En ello está nuestra fuerza y la feliz esperanza de que cada día sea mejor que la noche abandonada en la almohada al amanecer.

Y viviremos amando todo lo amable que encontremos en el camino.  Esta pasión por vivir explica muchas sonrisas inexplicables, muchos temblores de almas desfavorecidas y algunas sacudidas del espíritu, injustificables para la ciencia. Sonrisas entumecidas muchas veces por noticias imprevistas que anuncian inevitables despedidas, nunca deseadas por su amargura.

Pero vivir no es sólo tener vida, como se le antoja al diccionario, tan cercana a la existencia pasiva de muchos seres formados por células muertas. Vivir es tomar del brazo a la vida y vivirla cada día, dispuestos a gozar de las felices novedades que esperan o a vencer las dificultades que aguardan su turno en la sala de espera.

Entre las esencias de la vida que nos permiten disfrutarla, os recuerdo el crotoreo de las cigüeñas en las espadañas, la alborada del sol, el aroma del pan recién horneado, la sonrisa de un niño, el azafranado color de los girasoles, el saludo del vecino, la verde copla de la hierba, el suave planear de las gaviotas, la fruta redondeada por el viento, los abrazos de bienvenida, las gotas de lluvia en los cristales, el canto de las aves al amanecer, un clavel en el ánima del fúsil y la felicidad de vivir con honradez entre tanta miseria. Incluso las lágrimas derramadas en postreros adioses, forman la sustancia de nuestra vida.

Con estas armas intentaremos derrotar la muerte aunque no lo consigamos.

Esto quería dejar escrito hoy en mi bitácora, tras recibir ayer la noticia de que un amigo de juventud se ha olvidado de vivir, dejándonos su mochila llena de esperanzas frustradas y proyectos por cumplir, en un recodo del camino.

Hasta siempre, Jesús.