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CARTA A LOS PROFETAS DE LA BONANZA

CARTA A LOS PROFETAS DE LA BONANZA

 

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Profetas bonanzeros:

Me dirijo a vosotros, -especuladores financieros, explotadores empresariales y políticos desapercibidos-, en plenas fiestas navideñas, cuando llenáis de Moet las copas y os indigestáis con excesos de groumet, mientras a la puerta tiritan muchos vecinos de frío comiéndose los puños de hambre porque los habéis dejado a la intemperie de la vida, sin otro consuelo que tirar la puerta abajo para comerse las sobras de vuestros platos.

La actitud que mantenéis ante los micrófonos de las tribunas públicas, redes sociales, periódicos y tertulias me autoriza a llamaros exiliados, no porque viváis físicamente fuera del país, sino porque habitáis en una burbuja aislada dentro de él, muy alejados de la realidad que viven millones de ciudadanos vuestros a los que negáis la mirada cuando se cruzan con vosotros en la calle.

El sonsonete con que nos taladráis el cerebro para hacernos creer que las cosas van bien en el país porque la economía se recupera, es tan falso como una moneda de madera, por mucho empeño que pongáis en serraros cada día la nariz que os crece de manera incontrolable, salvo que os falte completar la frase añadiendo que cada vez va mejor la situación para los de siempre, entre los que vosotros ocupáis lugar preferente.

Quiero recordaros que el informe de Unicef asegura que cada día nacen menos niños y estos son cada vez más pobres, llegando a 2.306.000 los infantes que viven por debajo del umbral de la pobreza. Por su parte, Cáritas asegura que la tasa alcanza al 29,9 % de los niños, dato que ha ratificado el INE subiéndolo al 31,9 %, mientras el informe Foessa denuncia un incremento exagerado de la quiebra social con aumento desmedido de las desigualdades entre los que van sobrados y quienes roen mendrugos de subsistencia, al tiempo que el paro escandaliza tanto como la corrupción.

¿Qué contáis, pues, bonanceros de pacotilla? ¿Cuál es vuestro objetivo arcabuceros de guante blanco? ¿Qué pretendéis, embaucadores de bisutería? ¿Dónde queréis llegar trileros manipuladores? ¿Por qué nos insultáis tanto, pinochetes plastificados?

Basta mirar a los contenedores de basura, conversar con los parados, pasar por las urgencias hospitalarias, hacer cola en los comedores sociales, acudir a los centros de acogida, observar el hacinamiento en los refugios, hablar con los discapacitados, dormir en las chabolas o asistir a desahucios, para sentir en el alma la ira que producen vuestros falsos vaticinios.

Os invito a salir del cascarón donde habitáis bien nutridos y felices, para que veáis la luna negra reflejada en los muros de adobe, las ratas deambulando por los fogones, los garfios del hambre en el estómago, las coronas de espinas en los niños, los candiles secos de aceite, las lenguas de esparto deshidratadas, el sudor espeso del hacinamiento, los estertores de la blasfemia, el llanto anémico de muchas embarazadas, las pupilas telarañosas de los ancianos, el llanto de los desahuciados y las moscas nutriéndose con lágrimas desesperadas.

Pero alejaos de quienes tienen ya la sangre hecha cristal y se acerquen a vosotros con quijadas de burro en la mano, porque estos abelitas han heredado el alma del juez bíblico Sansón y están dispuesto como él a matar mil hombres para salvar sus vidas.

Esto os aconseja un indignado por vuestra hipócrita ceguera.

EMBAUCADORAS LUCES

EMBAUCADORAS LUCES

Me comentaba sus preocupaciones una amiga interina a la que no han contratado este año, porque se avecinaban días consumistas heredados de la irrepetible época de bonanza pasada, temiendo ella no poder llevar el despilfarro a la altura en que lo mantuvo en tiempos bíblicos de vacas gordas.

La conversación con esta compañera me devolvió a la infancia cuando el manjar de Nochebuena era un pollo de corral en pepitoria, degustado en ocasiones con una vela encendida porque se había ido la luz. Y los niños, sólo los niños, recibíamos un regalo la noche de Reyes en forma de mecano, motorista de lata, juego de pin-pon, rompecabezas, pelota de goma o parchís.

A este obsequio familiar se añadía el juguete elaborado por nosotros mismos, destacando sobre todos ellos el patinete hecho con rodamientos que afanábamos en los talleres mecánicos, y el aro con su “guía” de grueso alambre, que fabricábamos con la base de una herrada metálica.

Con la llegada de mis hijos se incorporó el Papá Noel a la fiesta y se multiplicaron los regalos en ambas fechas, no alcanzando su ilusión a la nuestra, aunque tuvieran que abandonar la habitación para dejar espacio a los obsequios.

El interés y la angustia de mi amiga por cumplir la imposible misión de estar a la altura de años pasados, me hace revelarme contra el banal consumismo que nos invade en tiempos de penuria para tantos vecinos.

Y pienso en la frustración de quienes desean participar en este teatro de vanidades sin tener entrada para ello, como es el caso de la amiga que hoy protagoniza esta página.

¿Qué decirles a todos ellos si la dramaturgia, que tanto ha prestigiado la literatura hispánica, se encuentra estos días en su momento álgido, de oro? Qué digo de oro, de diamante. Pero de diamante en bruto, sin pulir. Así, bruto; de bruto, de beneficio neto y necio, que actúa sin moderación, sin clase, sin razón, sin forma y sin estilo, porque los genes y hábitos adquiridos en años de bonanza obligan a ello, aunque muchos terminen colgados del abismo en la vertical de enero.

Están llamando a la puerta las mojigangas, los protocolarios deseos de felicidad y las teatrales escenas navideñas con figurantes ridículos y extravagantes alardeando de solidaridad, mientras la realidad desnuda de la miseria merodea por los arrabales, zulos y chabolas, soportando el desprecio de los escaparates.

Pocos detectarán las morcillas introducidas en el texto por los beneficiarios del enorme intercambio que se avecina Pero lo más real será el espectáculo de títeres y marionetas que representaran a diario quienes se dejan manipular por los tramoyistas que mueven entre bambalinas los hilos de sus incondicionales polichinelas.