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YAY@FLAUTAS

YAY@FLAUTAS

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Con desprecio hablaba ayer un político en las ondas de los pensionistas que salieron a la calle pidiendo algo que no precisa demanda alguna, pues lo evidente se explica y defiende por sí solo, aunque quienes van sobrados de seguridad futura se nieguen a entenderlo, como le sucede al mandamás aludido, que tiene cubiertas las espaldas tras varios lustros mamoneando del sudor ajeno en la hucha común y dando vueltas en indeseables puertas giratorias.

Los yay@flautas deben su nombre a la aristocrática condesa de Bornos, excondesa de Murillo, Grande de España, sobrina de poeta rojo, criadora de ranas y enlazada con lazo a Lezo, pues fue ella quien calificó a los implicados en el movimiento 15M como perroflautas, inspirando así el nombre de yay@flautas con que se conoce a los ocho millones de pensionistas que luchan por la supervivencia propia y la de sus hijos en situación de marginación laboral.

Yay@flautas que tomaron la calle en 1968 reclamando la libertad que ahora disfrutamos, muchos de los cuales tienen el alma herida por el menosprecio y otros conservan en sus entumecidos cuerpos las huellas de las porras grises.

Yay@flautas que teniendo como flautas sus gargantas ayer se desgañitaron haciendo oír su voz desde Gata a Finisterre, aunque los ecos de sus gritos no llegaran a despachos oficiales insonorizados con la indiferencia.

Yay@flautas curtidos en pasadas luchas sociales, cuando la libertad se antojaba quimera inalcanzable, la represión amordazaba las bocas y el futuro se presentía más incierto que el actual presente para ellos.

Yay@flautas que ayer defendieron los derechos de todos, pues todos los trabajadores serán pensionistas algún  día, aunque ayer muchos de ellos se escondieran en espera de que quienes democratizaron el país, ahora salven sus pensiones.

Yay@flautas que seguirán luchando por mantener lo poco que tienen, sin que los espectadores políticos que vieron ayer las manifestaciones desde sus despachos, se den cuenta que quienes nada tienen que perder están dispuestos a perderlo todo.

Amor de Nobel a novel

Amor de Nobel a novel

Hernández

«De Nobel a Novel. Epistolario inédito», es el título del libro donde se recoge el intercambio epistolar de 309 cartas entre Vicente Aleixandre con su íntimo amigo Miguel Hernández y su esposa Josefina Manresa, pudiendo verse en él las relaciones que el malogrado poeta de Orihuela tuvo con algunos colegas, en nada parecidas a las mantenidas con el compilador y difusor de la obra hernandiana.

A sus dos sostenedores, Aleixandre y Neruda, se unió la pintora Maruja Mallo atemperando la calentura sexual del poeta cabrero, y José María de Cossío dándole trabajo en la redacción de la enciclopedia taurina, pero muchos escritores no tuvieron buenos ojos para él. Así, sufrió la desconfianza de Lorca, el desprecio de Luis Cernuda y la marginación de Alberti y María Teresa León, quien llegó a darle una bofetada cuando en un descanso del frente de batalla les recriminó sus juergas en el Círculo de Bellas Artes.

El cariñoso vocabulario empleado por Aleixandre para dirigirse a Miguel Hernández va más allá de la amistad personal entre ellos, confirmándose que el futuro Premio Nobel de Literatura estaba “encandilado” por el novel poeta oriolano, doce años menor que el entonces ganador del Premio Nacional de Literatura por su obra «La destrucción del amor».

No es Josefina un obstáculo para Vicente Aleixandre quien pide a la pareja que se quieran mucho, “hasta que crujan los árboles y el suelo”, al tiempo que escribe a su amado Miguelito líricas propuestas que complacen oníricamente al pastor de cabras: “Qué gran corazón de amante tienes, poeta. Qué huracán, qué torrente, qué bosque, qué mar bravío, qué Miguel entero eres para querer”.

Satisface haber superado tabúes y poder hoy hablar libremente de estos amores furtivos entre visillos, ocultos a comadres y almas con sotana disfrazadas, declarando sin ambigüedades las preferencias sexuales de Lorca, Luis Cernuda, Jacinto Benavente, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Jaime Gil de Biedma, Terenci Moix, Álvaro Pombo o Luis Antonio de Villena, por citar algunos escritores modernos, que sufrieron en tiempo vilipendio, menosprecio, marginación y, en algún caso, castigo.

EL ÍDOLO JUVENIL DE COSIDÓ

EL ÍDOLO JUVENIL DE COSIDÓ

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Mantienen los jóvenes la antigua costumbre de colgar en las paredes de su habitación algunos posters sobre personajes, hechos o ideas compartidas por ellos, siendo estampas de mi juventud: el abrazo ciudadano de amnistía, el Principito y dos pósters elaborados por mí con el “El viaje definitivo” de Juan Ramón y el “No volveré a ser joven” de Biedma, para recordarme que debía aprovechar la juventud viviéndola intensamente, junto a la frase “Todo es imperfecto”, para sosegar mi afán perfeccionista.

Otros jóvenes, en cambio, ponían su atención en determinados personajes que admiraban, convirtiéndolos en ídolos a seguir, ideologías a difundir y sentimientos que compartir, llevándose la palma el famoso retrato del Che Guevara que decoró tantas paredes juveniles en época de sequía de libertades.

Pues bien, hemos sabido por boca del politólogo Juan Carlos Monedero – compañero de estudios en la Facultad madrileña de Políticas del actual director general de la Policía -, que el joven Ignacio Cosidó tenía en su habitación un gran póster del caudillo Franco como ídolo en de juventud universitaria, según pudo constatar el ideólogo del 15-M en las visitas que hizo a don Ignacio en su casa.

Pero que ningún demócrata se alarme pensando en la perduración eterna del pensamiento franquista en la ideología del jefe policial, como demuestran sus actitudes de gobierno, propuestas legales y compromisos absolutamente democráticos y respetuosos con los derechos ciudadanos, según evidencian las actuaciones policiales, la Ley de Seguridad Ciudadana y los cuatro cambios que ha hecho del jefe de los policías anticorrupción hasta encontrar la persona apta para luchar contra ella.

A tales comportamientos democráticos se añade el cambio la dotación policial de pelotas de esponja a cambio de las duras bolas de goma que explotan globos oculares y vacían las cuencas de los ojos de rebeldes anarquistas que pretenden acabar con el sistema. La imposición de una policía más “patriótica” para defender la patria de los ataques internos llevados a cabo por antiespañoles que ocupan las calles pidiendo lo que no merecen. La detención de peligrosos agitadores piqueteros laborales Y el justo apresamiento de los desestabilizadores que llevan insignias republicanas en las solapas.

EBRIEDAD EN LA CEPA POÉTICA

EBRIEDAD EN LA CEPA POÉTICA

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En este día mundial de la poesía, celebrado con eventos literarios, lecturas populares, actos académicos y elogios a la poesía, yo me voy de paseo con el poeta más andariego de la ribera del Duero zamorano, decidido a levantar mi copa de vino y brindar por el recuerdo intacto que conservo de mi último encuentro con el espíritu limpio de una persona bondadosa, amable y sencilla, que solo tuvo pesares consigo mismo.

No quiero lamentarme por su muerte, sino recordar la felicidad que compartimos una noche de vino y confidencias, cuando ambos fuimos llamados a conferenciar en un acto académico celebrado sin previo aviso en una ciudad castellana de cuyo nombre no quiero acordarme, porque el jugo aterciopelado de las uvas nos embriagó de amistad.

Pasamos horas nocturnas de primavera, al abrigo de los veladores sin ocuparnos de las palabras que debíamos pronunciar al día siguiente, intoxicados de pitarra y semidormidos tras una noche se insomnio compartido, sin posibilidad de redención, ni penitencia que mereciera la absolución del público que nos esperaba al día siguiente.

Con nosotros estuvo Ángel González, traído por Claudio en el recuerdo de un viaje inolvidable que hicieron juntos por varias universidades americanas. También comparecieron en la ronda Biedma, Valente, Brines y otros poetas amigos, recorriendo con nosotros tabernas solitarias, hasta caer derrotados en las respectivas camas del hotel que nos habían reservado los organizadores de las conferencias.

Teníamos que hablar de poesía a un auditorio inquieto. Y pudimos hacerlo, porque la ebriedad nocturna se tornó en claridad fulgente por mutua comunión profana con los versos de Claudio Rodríguez, desentumeciendo milagrosamente las palabras que pronunciamos.

“Siempre la amistad viene del cielo, – me dijo parafraseando su poema – es un don: no se halla entre las cosas sino muy por encima, y las ocupa haciendo de ello vida y labor propias. Así amanece el día; así la noche cierra el gran aposento de sus sombras. Y esto es un don”.

Felicísimo don de la ebriedad aquella hermanadora noche. Indulgente turbación pasajera de los sentidos que nos fundió en un abrazo de madrugada, redentor del exceso de las cepas y cómplice de guiños previos entre nosotros, antes de comenzar los discursos.

Fue el don de la ebriedad aquella noche nuestro mejor presente, y el recuerdo imborrable que en mí perdura del poeta Claudio Rodríguez, que se llevó la parca miserable hace quince años, dejando a Clara sola y sin oportunidad de ir a buscarlo, porque esta vez fue de verdad su ausencia y se nos perdió para siempre en otra geografía.