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Etiqueta: Asclepio

MILAGROS NO MILAGROSOS

MILAGROS NO MILAGROSOS

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Las religiones atribuyen a sus líderes, profetas y santos, cualidades sobrenaturales que les permiten realizar acciones extraordinarias inexplicables para la razón, solo al alcance de los favorecidos por la mano todopoderosa del Dios que profesan, quien les otorga poderes para contravenir las leyes naturales por directa intervención divina.

Así se entienden los “milagros”, aunque no todos los “milagros” sean milagrosos para las autoridades católicas porque estas rechazan los hechos carentes del pedigrí necesario para ser considerados como tales sucesos extraordinarios con tinte milagrero, negando que sean explicados por la ciencia, fruto de la casualidad o debidos a causas ajenas a voluntades divinas.

La Iglesia católica ha sido históricamente pródiga en reconocimiento de milagros realizados por algunos fieles seguidores, desde su fundación hasta el pasado mes de abril con las últimas canonizaciones, oponiéndose al reconocimiento de milagros hechos por otras personas, como es el caso del profeta Mahoma o el dios griego de la medicina Asclepio, o Esculapio para los romanos, por citar dos ejemplos.

No lo ha hecho porque los milagros protagonizados por otros dioses y profetas, se hicieron al margen de la intervención del Dios que profesaba hasta 1983 el abogado del diablo, encargado de objetar y exigir pruebas para demostrar los méritos del candidato a los altares, como encargado de defender la autenticidad de los milagros presentados por los patrocinadores del candidato a beato y santo.

En el caso de Asclepio, fueron reconocidos por sus paisanos los “milagros” curanderos que realizó, así como su capacidad para devolver la vida a los muertos, hasta que Zeus lo mató con un rayo para que no despoblara más el otro mundo, al que ascendió Esculapio convertido en deidad por voluntad de otros dioses.

SOCRATÍZATE

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La historia nos enseña que la muerte ha llevado a muchos revolucionarios a la vida eterna, haciendo su memoria inmortal en el recuerdo de la humanidad. Uno de los primeros en sacrificar su vida por la eternidad sin pretenderlo, fue Sócrates. Pensador ateniense que decía no saber nada, sabiéndolo todo, a quien los demócratas griegos pusieron cicuta en los labios.

Por negarse a colaborar con el régimen de los Treinta Tiranos, se vio envuelto en un juicio en plena restauración democrática bajo la doble acusación de no honrar a los dioses y corromper a la juventud. Acusación promovida por supuestos demócratas que portaban el cetro del poder, sin saber ejercerlo.

Al parecer, enseñaba a los jóvenes a vivir por encima de la ley si se trataba de salvar su vida, porque a un hombre honrado no hacía falta decirle lo que estaba bien o mal, pareciéndole a los dirigentes políticos muy peligroso que los ciudadanos estuvieran por encima de la ley.

Sócrates fue condenado a envenenarse después de evidenciar en su defensa la inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Según relata Platón en la apología que dejó de su maestro, éste pudo haber eludido la condena pero aceptó la muerte por predicar la libertad y desechar leyes de personas corrompidas, llevándole su inconformismo a una lucha permanente contra la ignorancia del pueblo, sabiendo que el conocimiento llevaría a los ciudadanos a la libertad.

Antes de morir, cuando el tósigo estaba a punto de enfriar su corazón, pidió a su discípulo Critón que pagara a Asclepio el gallo que le debía, recordando a todos que no moría un ateniense, ni un griego, sino un ciudadano del mundo, que pidió siempre a los gobernantes no hacer algo que fuera vergonzoso en presencia de alguien o en secreto.