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DE TRIANA A COLLIURE

DE TRIANA A COLLIURE

Ana

Ochenta y cinco años estuvo Ana caminando por la vida, desde el 28 de febrero de 1854 que vino al mundo en el barrio de Triana arrullada por rumores del Guadalquivir, hasta abandonar la vida en el desolador exilio de una pensión frente al mar de Colliure, donde murió tres días después que su hijo Antonio, el 25 de febrero de 1939, cansada de preguntar por el paradero poeta, ausente del hospedaje.

Pide hoy Triana en azulejo azul de mar con foto de la señora doña Ana incluida, adherido a la fachada de la casa que la vio nacer, un recuerdo eterno para la trianera hija de confitero andaluz y madre de Antonio y Manuel, que fue bautizada en la iglesia de Santa Ana y casada con “Demófilo”, eterna enamorada de sus ocho hijos.

Junto a los restos de Juan de Mairena reposan los de su madre, Ana Ruiz Hernández, dejándonos escrito el bueno de don Antonio Machado cómo fue el encuentro de sus padres, con palabras enternecidas por un amor filial que no pudo sobrevivir a la barbarie de aquella lejana y doliente guerra incivil:

“Y fue que unos delfines equivocando su camino, y a favor de la marea se habían adentrado por el Gualdalquivir llegando hasta Sevilla. De toda la ciudad acudió mucha gente atraída por el insólito espectáculo, a la orilla del río, damitas y galanes, entre ellos, los que fueron mis padres, que allí se vieron por primera vez. Fue una tarde de sol, que yo he creído o he soñado recordar alguna vez.”

Amigos míos, si la corriente del Guadalquivir os lleva algún día por la orilla de Triana, saludad en mi nombre a doña Ana y decidle que conservo intacto el recuerdo a ella, guardando como una reliquia el poema que introduje una tarde en la cristalina urna de la tumba de don Antonio, cuando peregriné a Colliure con reverencial respeto para abrazar a Juan de Mairena, sencillo poeta y hombre bueno, enamorado de Leonor, Guiomar, la vida y el amor.

UN HOMBRE BUENO

UN HOMBRE BUENO

Unknown

Hemos celebrado con los ojos cerrados y húmedos por la tragedia gallega, el cumpleaños de un hombre bueno, en el mejor sentido de la palabra, sin que el poeta venido al mundo el 26 de julio de 1875 en el sevillano Palacio de las Dueñas, supiera entonces que viviría eternamente en el alma de los enamorados de la vida, de la amistad, de la solidaridad y del amor, porque los versos de Machado habitarán siempre entre nosotros.

Hermanado Antonio con su hermano Manuel, fueron compañeros de sueños en París, antes de que el profesor Juan de Mairena hiciera un espacio en su alma a la niña Leonor, que decidió abandonar al poeta tempranamente y sin avisar, obligándole a huir con el dolor a cuestas a Baeza, pidiéndole a su amigo Palacio que le hablara de la primavera soriana, en versos de singular belleza y sentimiento.

Luego fue Segovia, llevando el recuerdo de Lorca en la punta de la pluma y, finalmente, Madrid, ciudad donde llegó con tiempo para sufrir en carne propia la barbarie de la guerra incivil que le llevaría a Valencia, arrastrando desde allí su cuerpo derrotado hasta Colliure, llevando de la mano a su madre Ana y en el corazón a la enamorada Guiomar.

Frente al mar del exilio descansa don Antonio desde el 22 de febrero de 1939, recordando aquellos días azules y el sol de la infancia, sin ser rehabilitado en su cátedra hasta 1981.