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NO SE HAN BORRADO LAS FECHAS

NO SE HAN BORRADO LAS FECHAS

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A Manolo, compartiendo su doliente viudedad.

Titubea la llama de los cirios en el espacio que dejó la pupila enamorada de Ana María sobre las espadañas, tocando a muerta las campanas sin dar tiempo a la despedida, porque el antojadizo infortunio anticipó la separación con previo aviso imprevisible en las agujas del reloj, goteando lágrimas desconsoladas en la semilla fértil del amor y la ternura, ya irrecuperables en el destierro de la luz.

El silencio abandona su paradero para descender al luto de los brazaletes y solapas, y el ángel de las bodegas cotidianas olvidó acudir puntual a las copas de sobremesa, requerido por la pena de un adiós irremediable, sin encontrar consuelo en las amistosas cepas compartidas durante décadas con lisura de sonrisa y desenfadado humor filial.

Hoy vierten los capilares de la memoria un aliento húmedo que impide al milagro de la resurrección recuperar el himno que la sombra de la oblada custodia con invisible celo, entre rosarios terminales y reliquias adormecidas sobre las almohadas familiares.

Más tarde, la ausencia se hará costumbre sin más requerimiento, ni posible retorno, ni propuesta de salvación. Se aceptará el luto con resignación inevitable. Y un rosario interminable de sinembargos apadrinarán los nuevos desposorios del viudo con los hijos que comparten el dolor, mientras el crucifijo devuelve la esperanza en futuro encuentro con la mujer que anticipó su viaje, convencida del reencuentro feliz con quien gozó de la vida, compartiendo promesas de resurrección.

URBANIGRAFÍA

URBANIGRAFÍA

Tener buenos amigos significa que uno puede caminar por la vida sin mirar para atrás, con cirineos permanentes que te ayudan a llevar la cruz de cada día y a confiar en el futuro. Pero también representan la incondicional ayuda ante la desventura, el consejo previo a cualquier indecisión y la corrección fraternal ante los errores cometidos, por pequeños que éstos sean.

Esto me acaba de ocurrir mí con mi querido Ángel, que afectuosamente me ha prevenido sobre una falta de ortografía que ayer se filtró en la entrada del blog, avisándome de la hache que se me había colado violando mi intención de hacerlo. Por esa hache y las que vengan en el futuro, pido ser condenado a cien latigazos en la plaza pública por mis lectores.

Gracias, Ángel.

Mi despiste y la advertencia de este ángel tutelar, me dan pie a confirmar mi lucha contra las faltas de ortografía, aunque no siempre consiga la victoria.

Toda mi vida he mantenido preocupación constante por cuidar la lengua castellana hasta los más mínimos detalles. Algo que me ha causado algún problema con ciertos alumnos a quienes les costaba entender que el buen manejo de la lengua castellana era más importancia que las octavas de Newlands o los momentos vectoriales.

Por eso no disfruto paseando por las calles: Nenufar, Avila, Rio Jordán, Plaza del Angel, Rua Antigua, Vazquez Coronado, Plaza de Colon. También evito pasar por la puerta de la Diputación y entrar en la Biblioteca Publica Municipal, o tomar cualquiera de las carreteras que conducen a Caceres, Avila, Leon o Bejar.

Lo más penoso es que no podemos contar con la ayuda de nuestra prestigiosa Universidad para remediar tanto desatino, porque a ella tampoco le interesa mucho el tema o parece no interesarle. Tal vez por eso tiene una Secretaria General, una Biblioteca Sta. Maria de los Angeles, una Hospederia de Anaya, un Instituto de Estudios de Iberoamerica, una Catedra F. Sarmiento y otra Catedra Andres Bello, al alcance de los ojos que quieran poner su atención en lo que escriben sobre las paredes universitarias los herederos intelectuales de don Elio Antonio, autor de la primera gramática castellana. Para que se entienda, es algo así como si nuestra Universidad fuera la cuna oficial del estudio académico del castellano. Ya veis.

Si hablamos de las entidades privadas, la cosa no mejora. Por ejemplo, una academia donde los extranjeros pueden venir a aprender español tiene como lema: “Tradicion, y excelencia en servicio”. La entidad financiera más popular de la ciudad pone a disposición de sus clientes un Cajero Automatico en el exterior de su sede central. Y, por si fuera poco, tenemos nuestra Capital Cultural infestada de librerias, carnicerias, artesanias, reposterias, papelerias, panaderias, peluquerias, cafeterias, lencerias, corseterias, y hasta tenemos una Clerecia.

No sé a qué se debe tanto dislate, pero me temo que tiene mucho que ver con la incultura de quienes ocupan los sillones principales, porque tanto despiste a la vez permite aventurar esa segunda verdad.