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LIBERTAD DE EXPRESIÓN, NO DE BALDÓN

LIBERTAD DE EXPRESIÓN, NO DE BALDÓN

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Ayer insistí en lo dicho el pasado 18 de febrero en esta bitácora sobre el irreverente desahogo verbal de algunas personas, que han vivido comprimidos y sin libertad de expresión en su vida profesional por estar sometidos a obediencia ciega al patrón, fuera este militar, civil, laico o religioso, comentándome algunos amigos las bondades del exabrupto y el insulto para quienes merecen el hostigamiento por sus detestables actitudes.

Pues bien, ni en tales casos me parecen admisibles las burlas, insultos y descalificaciones injuriosas, porque hasta las personas más despreciables y merecedoras de castigo no deben ser verbalmente maltratadas, compartiendo el consejo que don Alonso Quijano dio a su escudero en vísperas de gobernar la ínsula, advirtiéndole que quien recibe castigo con obras no debe ser maltratado con palabras, porque le basta al desgraciado la pena del suplicio sin la añadidura de las malas razones.

No permitamos que la ira tome la palabra, la rabia se apodere del lenguaje, la frustración se disloque, y los insultos sean la única voz del diccionario, sabiendo que la libertad de expresión no va libre por el mundo y sin ataduras, ni acomodada en la proa de las relaciones humanas, pues navega por el inestable mar de la vida en la popa del barco, guiada por el timón del obligado respeto a todas las personas, por diferentes que sean las ideas que defiendan, alejadas que estén sus creencias de las del prójimo, discrepante su pensamiento del de los vecinos y grande el daño recibido por la persona situada en la diana de su inquina.

Con la libertad no vale todo, ni puede hacerse un sayo con capa ajena, ni dar campanillazos en la cabeza del prójimo con preceptos propios, ni aturdir con exigencias personales, ni pretender convertir conductas propias en patrones universales, porque la realidad es poliédrica, la opinión discutible, la verdad fragmentaria y los dogmas excluyentes; pero las personas siempre merecen respeto, aunque sus ideas sean detestables y merezcan censura, porque son las ideas quienes pueden no ser respetables, pero no las personas.

DEL CAMPAMENTO AL AYUNTAMIENTO

DEL CAMPAMENTO AL AYUNTAMIENTO

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Los vimos acampados en la Puerta del Sol bajo ondulantes techos de plástico, improvisando discursos espontáneos con una frescura hasta entonces desconocida, debatiendo propuestas para regenerar las Instituciones infectadas de corrupción, nepotismo, prepotencia y abusos, al tiempo que se infestaban de corruptos y corruptores.

Los vimos en calles y plazas de todas las ciudades cantando originales eslóganes, coreando imaginativas consignas y escribiendo lemas en paredes y pancartas, que nos recordaban a los jóvenes revolucionarios del mayo francés, pidiendo un espacio para la imaginación en las cúpulas de los poderes políticos, sociales y económicos.

Ciudadanos indignados que algunos políticos y tertulianos confundieron con perroflautas incultos y vagabundos desesperados, que han hecho enmudecer a quienes les insultaban y despreciaban cuando pedían democracia real a grito pelado y cantaban a coro “¡Sí se puede!”, demostrando que sí era posible pasar de los campamentos a los ayuntamientos, todos menos Zapata.

Finalmente, los votantes han hecho posible el sueño de los rebeldes y ahora han ocupado algunas casas del pueblo y parlamentos autonómicos con voluntad esperanzada de transformar las ciudades, pero con la incertidumbre propia de los becarios ante el futuro que les espera, porque nadie se lo va a poner fácil.

Pero, por difícil que se lo pongan los perdedores, ellos no tendrán problemas como debutantes en las Instituciones públicas, ni riesgo a perder la confianza de los ciudadanos por equivocarse en la gestión para la que no han tenido tiempo de prepararse, pues el pueblo perdona los errores, cuando detecta buena intención, honradez y limpieza en las actuaciones, admitiendo que el error es una cualidad del ser humano.

Lo que no perdonarán los ciudadanos a nadie, y menos a ellos, es la corrupción, el amiguismo, las mentiras, el despilfarro, los insultos a la inteligencia colectiva, el incumplimiento de promesas y la defensa de quienes no necesitan defensa porque se defienden solos y conocen todas las rendijas por donde escapar del castigo.

Si los indignados, perroflautas, neohippies, masturbarranas, bandarras y otras subespecies marginales que han accedido a los concejos se apartan de todo eso, don Alonso Quijano les garantiza que serán luengos sus días en el poder, su fama será eterna, sus premios colmados, su felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieren, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirán en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida les alcanzará el de la muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán sus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos.

ESTAMOS SIN MINISTROS

ESTAMOS SIN MINISTROS

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Las personas que tengo cerca de mi vida me han reprochado muchas veces la excesiva ingenuidad que tengo en el trato con las personas, por pensar que “to er mundo e güeno”, mientras no se demuestre lo contrario.

Por eso, acostumbro a llevar el retraso mental inevitable de quien vive en un país multicolor, ajeno a la realidad por tozuda que ésta sea, estando obligado a sobrellevar crisis anímicas como la que ahora me invade, al enterarme que no sirvo para ministro, ni siquiera en su acepción más simple, porque estoy jubilado.

Con la decepción a la espalda y el alma envuelta en inconsolable frustración, he sabido que la palabra ministro procede del latín minister, que significa “sirviente”, persona que sirve a alguien. O sea, que ministros serían aquellos ciudadanos que generosamente se entregan al servicio a los demás. Vamos, que no trabajan para ellos mismos, sino para los vecinos. Qué bonito. Es tan hermosa la tarea, que tendrían ganado el cielo, aunque las dudas de que así sea les anime a disfrutar de abundantes bienes terrenales, exclusivos favores, sobrados sueldos, eternas jubilaciones y desmedidos privilegios, por si fallan las promesas celestiales, que nunca se sabe.

Esto me ha llevado a la tontuna en que habito, consolándome al comprobar que mi incompetencia para ese cargo la han padecido todos los ministros, sin que nadie se aflija al saber que seguimos sin ellos, porque a todos les ha faltado el desprendimiento, sacrificio, generosidad y entrega que exige el servicio a los vecinos, más allá de los brindis en el espejo.

GOLPE DE SUERTE

GOLPE DE SUERTE

Después de pasar tres días dando golpes a una bola de golf en los campos de La Valmuza, Zarapicos y Villamayor, compitiendo en el Gran Premio Aesgolf Ciudad de Salamanca, un golpe de suerte final me ha permitido ganar y llevarme una copa de plata y un jamón de bellota. No está mal.

Me refiero que no está mal por el jamón, claro. Pieza nutritiva que degustaré con la familia y amigos cuando regrese de mi periplo gallego, porque ahora tengo unos días comprometidos con dos nuevas conferencias en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y en el Foro Faro de Vigo.

Golpe a golpe (sin verso a verso) he pasado tres jornadas soleadas y felices con otros tantos “golfos” capitaneados por mi hermano Benito, que tuvo la generosidad de invitarme a disfrutar de la adicción que tengo por este deporte, comparable a la que me produce escribir en la bitácora, concluir un nuevo libro, releer las desventuras de don Alonso Quijano o los avatares de la familia Buendía y darle el toque final a un cuadro.

Pero si la fortuna me hubiera abandonado me tocaría pagar la invitación a jamón y no podría lucir trofeo. Por eso quiero agradecerle a esta señora su compañía durante las tres jornadas. Si para triunfar en la vida es de gran ayuda recibir la sonrisa de la suerte; para ganar un torneo de golf, es imprescindible su presencia. No sólo por la fortuna que pueda acompañar al ganador, sino por la mala suerte que hayan podido tener quienes le siguen en la lista.

Tal vez, si la caprichosa bola no hubiera seguido el camino del hoyo en un golpe afortunado a sesenta metros de distancia, ni yo tendría trofeo ni podría dar cuenta de un jamón de bellota rodeado de buena gente y acompañado de una botella de vino de Ribera de Duero.

Estáis invitados.