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BODA DE PASODOBLE

BODA DE PASODOBLE

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El borbón Alfonso XII se casó con María de las Mercedes a las doce de la mañana de un día como hoy de 1878 en la basílica de Atocha, contrariando a la ninfómana reina madre que no asistió a la boda, al Gobierno presidido por Cánovas, a las Cortes y al lucero del alba, como no podía ser de otra manera, pues el padre de la novia, duque de Montpensier, era enemigo declarado de la reina y uno de los que la envió al exilio.

Enamorados hasta las trancas con pasión irresistible, nadie pudo contener los ardores de los emparejados primos carnales, consentidos por el pueblo que cantaba aquella copla: “Quieren hoy con más delirio/ a su Rey los españoles/ pues por amor va a casarse/ como se casan los pobres”, aunque su boda durara un suspiro pues Mercedes murió con dieciocho años, empezando a vivir.

En honor a los contrayentes se construyeron en Madrid carreteras, hospitales, iglesias, escuelas y se estrenó alumbrado eléctrico en la capital vestida de gala. Se decretaron indultos, distribuyeron gratuitamente pan las tahonas como limosna entre todos los pobres de la villa, desfilaron tropas por la Plaza de Oriente y las fuentes de Cibeles y Neptuno dibujaron luces de gas.

Más de mil cirios iluminaron la basílica donde el cardenal Benavides bendijo la unión de los novios, ante los padrinos Francisco e Isabel la sustituta, por indisposición de la abuela Cristina, con el beneplácito del pueblo embelesado por el amor de los contrayentes, dispuesto poner de su bolsillo lo que hiciera falta para ayudar al rey a pagar las treinta y dos mil quinientas cuarenta y seis pesetas que costo el traje de la novia.

ARDENTÍA ISABELINA

ARDENTÍA ISABELINA

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Del borbónico Fernando VII se ha dicho todo lo malo que podía decirse, porque este rey felón, además de cínico, fue traidor, cobarde, servil, asesino, mandón e incumplidor de la ley Sálica que saltó a la torera con reajustes, para ceñir la corona en la cabeza de su hija Isabel, al no tener descendencia masculina. Efectivamente, la tatarabuela de nuestro rey Juan Carlos usurpó el trono a su tío Carlos María Isidro de Borbón, hermano de su padre y heredero legítimo a la sede real, según cuentan los cronicones.

Por razones endogámicas de Estado, Isabel II fue obligada a casarse con su primo el infante Francisco de Asís de Borbón, convirtiendo a su tío Francisco de Paula en suegro y escandalizando al pueblo sabedor de la homosexualidad de su marido, que tuvo cien novios ocasionales, cifra inferior a los amantes que pasaron por la alcoba real de Isabel.

Tras ser desflorada la niña por el garañón Olózaga, alivió los ardores de la ninfómana reina su maestro de letras Ventosa, que dio paso al profesor de canto Frontela. Pasaron luego por el tálamo real: el compositor Arrieta, los cantantes Mirall y Obregón, antes de beneficiarse al secretario Tenorio y los marqueses de Bednar y de Linares. ¿Suficientes vaivenes para la reina? Pues no.

También alivió a la señora el gobernador de Madrid Carlos Marfori, su administrador y secretario Altmann, y un ejército completo de soldados ardientes, iniciado por los Generales Serrano y O’Donnell, el coronel Gándara, los capitanes Arana y Ramiro y el teniente de ingenieros Puigmoltó, padre del rey Alfonso XII.

El bisabuelo de nuestro rey, Alfonso Puigmoltó y Borbón, fue registrado como Alfonso de Borbón y Borbón, por generosidad de Francisco de Asís que accedió a darle su apellido, presionado por extrañas razones de Estado. Insaciable reina que transmitió su ardentía sexual a varias generaciones de Borbones, comenzando por su hijo Alfonso XII.

UN REY POR LOS GARITOS

UN REY POR LOS GARITOS

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Empujado por Cánovas del Castillo, el general Martínez Campos dio en Sagunto un golpe de mano para sentar en el trono de España al hijo de la promiscua Isabel – a la sazón bisabuelo del actual rey de España -, que lució corona con el nombre de Alfonso XII desde 1874 hasta el 25 de noviembre de 1885 en que una mala tuberculosis que se llevó por delante con 27 años de edad.

Al poco de sentarse en la sillón real, el monarca inició sus aventuras amorosas con la cantante Adela Borghi, con tal empeño que Cánovas del Castillo pidió al gobernador de Madrid que pusiera a la contralto en un tren y no apartara su vista de ella hasta que dejara de verla en el horizonte.

Acompañado por la “banda de palacio”, el rey Alfonso pasaba la noche de garito en garito y de mesón en mesón, todos ellos deslucidos, donde las meretrices rebajaban precios por sus servicios, y los juegos de naipes desplumaban al personal, preocupando a los cortesanos las andanzas reales, hasta el punto de pedirle estabilizar su vida emocional con un matrimonio que sosegara al monarca.

Accedió a ello don Alfonso casándose con su prima María de las Mercedes, – esa de la  película y la copla -, pidiendo a cambio reanudar sus relaciones íntimas con la cantante Elena Sanz, que la madre Isabel concedió, dándole la coplista dos hijos no reconocidos por razones de Estado, mientras disfrazaba el lecho nupcial de fidelidad los cinco años que compartió cama con la prima, hasta que Mercedes murió.

El segundo matrimonio del rey fue con María Cristina de Habsburgo con quien tuvo dos hijas: María de las Mercedes y María Teresa, dejando en el vientre de su esposa al futuro rey Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos, que nacería cuando el suplantado por Vicente Parra ya había muerto, haciendo llorar a España entera ante las pantallas de cine.