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Etiqueta: alcantarillas

MALRECUERDOS ARRIESGADOS

MALRECUERDOS ARRIESGADOS

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Si vencemos el olvido teniendo la memoria al día, corremos el riesgo de sufrir más de lo que buenamente podemos soportar cuando los malrecuerdos se acerquen dispuestos a invertir el rumbo de la sangre, llevándonos al insufrible insomnio en noches desalentadas por malolientes evocaciones de experiencias detestables, vividas con acíbar en el paladar.

Para evitar que la sombra de la aflicción nos acompañe, debemos conceder al olvido la oportunidad de llevarse toda la negrura de la vida pasada al país de nunca jamás, tirando luego la llave del cerrojo al agua, como hacen los enamorados al jurarse predilección eterna en el candado que cierran a dos manos en las barandillas de los puentes.

Dejemos, pues, que el olvido haga su tarea, pidiéndole que nos deje solamente los recuerdos benefactores, y aleje malos pensamientos, indulte errores, destierre ofensas y borre discrepancias, permitiéndonos caminar con las buenas remembranzas a hombros hacia el bondadoso país donde habita la tolerancia, el entendimiento, la generosidad, el compromiso, la solidaridad,… y el amor.

Mantengamos actualizada la memoria solo con recordaciones complacientes y evocaciones felices, poniendo en manos del gran sepulturero las amargas vivencias que ponen cepos a nuestra felicidad, minando los recuerdos que deben quedar para siempre sepultados en la tumba del olvido.

Naderías para los descorazonados que agitan en las almenas de la existencia la bandera de la discordia pidiendo guerra, porque la insatisfacción de su vida tienen que justificarla con cismas violentos, desconociendo que la fuerza exhalada por la bondad los arrojará al suelo como hojas muertas de otoño que arrastra el viento a las alcantarillas.

DEVANEOS DE MADRUGADA

DEVANEOS DE MADRUGADA

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Utilizar una lápida de cementerio como mesa de trabajo, es el camino más directo para el suicidio moral y la pudrición de las manos que sobre la losa intentan ocultar la identidad de la persona que descansa bajo ella, tras llegar al desempleo, la inanición y el desahucio, empujado por una sociedad sustentada en la especulación, la indiferencia y el desprecio.

Intento baldío es pretender recuperar los besos de labios enamorados de otros labios que olvidaron el pasado haciendo imposible el camino de regreso, porque las agujas no retrasan el tiempo en los relojes, cuando la esperanza se encapsula en otra alcoba y las antiguas promesas de permanencia se pierden en las alcantarillas del olvido sin posible redención.

Estéril es todo esfuerzo por devolver la lozanía a la piel cuando el tiempo traza surcos sobre ella, las grietas se reflejan en el espejo y las fotografías en sepia refuerzan la huida del satén, sin que el deseo de permanencia pueda ser cumplido por la frustración de los pliegues.

Inútil hace la parca el deseo expresado en los epitafios, porque el Viento borra las inscripciones con soplos desmemoriados, cambiando las letras esculpidas sobre el mármol haciendo imposible la petición de quienes compartieron la existencia y juraron recuerdo eterno, hasta que la muerte dio con su paradero.

Los ojos son inalterables pero las miradas cambian y se distinguen las lágrimas por el brillo que dejan en las pupilas, siendo incompatible la mirada luminosa del feliz encuentro amoroso con la opacidad luctuosa de la muerte, aunque las profecías anuncien escaramuzas con vocación de eternidad, ignorando que los párpados se cierran sin descifrar el misterio.

ANESTESIADOS, ABURRIDOS Y CANSADOS

ANESTESIADOS, ABURRIDOS Y CANSADOS

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Tras el debate sobre el Estado de la Nación, donde el escenario, los protagonistas y los discursos han sido los de siempre, con un gobierno exhibiendo éxitos y la oposición denunciando fracasos, los ciudadanos hemos quedado anestesiados, aburridos, cansados y en silencio, pensando más en el fracaso de Tiananmen y los muertos en la plaza mexicana de las Tres Culturas, que en la victoria del mayo francés.

Olvidamos que en España gana el que resiste, demostrando el Gobierno tener mayor resistencia que los gobernados, incapaces de seguir el ejemplo de los estudiantes que tomaron las calles parisinas en 1968 exigiendo derechos que pretendían usurparles los mandamases desde los despachos oficiales, en plena crisis económica de los sesenta.

Hemos pasado de la indignación, la protesta y la lucha inicial que nos mantenía unidos y despiertos, al adormecimiento de la anestesia que nos inmoviliza, al aburrimiento que nos deprime el ánimo y al cansancio que nos retiene en el sillón de la frustración, alejando de nosotros toda posibilidad de redención.

Anestesiados estamos con la morfina oral de los discursos; aburridos de escuchar los mismos sonsonetes; cansados de peregrinar por el desierto; resignados a sobrevivir en medio de la crisis provocada por quienes no la están sufriendo; hartos de soportar abusos injustificados, impunes estafas, viciosas mentiras, caprichos injustificados y gratuitos quebrantos que nos dejan abandonados al pairo del poder político usurpador de urnas, a las que fuimos engañados con promesas de actuación contrarias a los hechos.

Anestesiados estamos con politicaína inhabilitante de toda respuesta a estímulos ofensivos contra la prepotencia gubernamental, las provocaciones insultantes y los engaños institucionales.

Aburridos estamos de discursos vacíos de contenido, palabras huecas, explicaciones incomprensibles y justificaciones inaceptables del «sin papeles» para mantenerse a la cabecera de una oposición que demanda urgente relevo.

Cansados estamos de ver las mismas caras, oír idénticos argumentos y sufrir descarados insultos al común sentido de los mortales por parte de «hunos» y «hotros», mientras todos ellos mantienen intactos su salario y privilegios.

Pero no estamos dispuestos a esperar en el andén de la vida la llegada del ángel exterminador que nos pique el billete para el gran viaje, sin liquidar antes a los revisores del tren que controlan la vida de los viajeros.

PAUL MARCINKUS

PAUL MARCINKUS

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Desde las alcantarillas del Vaticano sube un hedor antievangélico de envidias, zancadillas, estafas, pedofilia, intrigas y perversiones doctrinales, que ha obligado al jefe de la organización a dejar la sede papal en manos de un capelo desconocido, y recogerse en un oratorio para rogar por la salvación del mundo.

No es la primera vez que la corrupción hace temblar los cimientos de la Iglesia llevándose por delante a su jefe, pues la prematura muerte del papa Juan Pablo I tuvo mucho que ver con la crisis del Banco Ambrosiano, cuyo máximo accionista y beneficiario de sus préstamos era el Banco del Vaticano, presidido entonces por el honorable banquero de Dios, cardenal Paul Marcinkus.

El Ambrosiano lavó dólares procedentes del narcotráfico turco y colombiano, comerció con dinero negro de la venta de armas americanas, colaboró con la mafia siciliana, surtió de dólares el sindicato polaco Solidaridad, nutrió la lucha anticomunista, abasteció a la contra nicaragüense y firmó cheques en blanco al terrorismo de la logia P-2 contra la izquierda italiana.

El capo del banco Vaticano, – llamado piadosamente Instituto para Obras de Religión (IOR) -, era un hombre fuerte que había sido guardaespaldas del papa Pablo VI con el sobrenombre de El Gorila, a quien le gustaba llevar siempre un puro habano en la boca como su paisano Al Capone.

Marcinkus se salvó de las rejas porque el Vaticano le protegió con la inmunidad diplomática que no merecía este criminal financiero, impidiendo las investigaciones y enviándolo a la diócesis de Phoenix en Arizona, olvidando al mismo tiempo su posible complicidad en el secuestro y desaparición de la niña Enmanuela Orlandi, hija de un empleado de la empresa divina.

Que Dios tenga en su gloria a Paul Casimir Marcinkus desde el 20 de febrero de 2006 y le colme en el cielo de la felicidad eterna, por los siglos de los siglos. Amén.

SECRETOS OFICIALES

SECRETOS OFICIALES

Ignoro si algunas de las cosas que ocurren en España, también suceden en todos los países, pero no me gustaría que así fuera porque se pasa mal cuando uno se entera de ciertos hechos acontecidos en el pasado, de los que no se tuvo noticia cuando sucedieron.

Me refiero al secretismo con que se tratan algunos asuntos que a todos nos afectan, como suele ocurrir en el ámbito de lo que se ha dado en llamar “cosa pública”. Los políticos tienen entre manos tantos secretos oficiales que crearon entre ellos una comisión para que se ocupe del tema, a partir de aquellas raras historias que sucedieron con los fondos de reptiles, también llamados fondos reservados.

¿Será cierto que la política tiene alcantarillas por donde discurre la mierda que alimenta a los roedores que en ellas viven? Porque, vamos a ver si alguien puede aclararnos las ideas. ¿Qué cosas hacen, dicen, negocian, pactan, compran o venden los políticos que no podamos saber los ciudadanos? ¿Es tan grave lo que sucede en esas alcantarillas políticas como para que el pueblo no pueda bajar a ellas por temor a ser mordido por alguna rata de esas que merodean en torno a las mesas de negociación?

Yo creo que la política de ocultación de hechos se relaciona más con los beneficios personales, que con el interés general. Tanto secretismo me habla más de un falso proteccionismo paternalista para ocultarnos la verdad, que del respeto que los ciudadanos merecemos a nuestra madurez. Hay personas, amigos, que se mantienen en sus puestos a fuerza de guardar secretos, porque saben que quien tiene información sobre la mierda que cubre a los poderosos, puede llegar a tener tanto poder como ellos.

Para mí que esto de los secretos oficiales tiene más que ver con la autocracia que con la democracia. Sí, porque lo más característico de la oligarquía no es la violencia, como piensan algunos, sino el secreto. Cuando en una democracia se empiezan a hacer las cosas a cencerro tapado, comienza a esparcirse por el ambiente el tufo de las cloacas y los ciudadanos salen huyendo del nauseabundo olor que destilan las fosas sépticas donde se recogen los muertos anónimos, la compraventa de armas, los traslados ilegales de presos, los crímenes de Estado, la oscura distribución del erario público y otras corruptelas que los políticos pretenden ocultar tras el tupido velo de la complicidad que comparten disfrazada de secretos oficiales, pues no quedan bonzos en la vida pública.

La democracia es, sobre todo: luz, taquígrafos y publicidad. Un pueblo maduro como el nuestro tiene que opinar sobre lo que deben hacer sus dirigentes; ha de estar informado sobre las acciones que realizan; y no necesita ninguna tutela real para gobernarse, ni poderes moderadores de ficticias tensiones que sólo existen en la mente de los beneficiados palaciegos, ignorantes de la historia de nuestra España. Es necesario encender la hoguera para quemar en ella leyendas y cuentos infantiles con los que nos han dormido desde que recuperamos la democracia.

No estoy pidiendo a los pintores de escenarios políticos clandestinos que hagan cuadros para los ciudadanos ciegos; ni a los que dirigen la orquesta en los procesos negociadores, que compongan música para quienes están sordos; ni a los que redactan los informes, que escriban cartas a los analfabetos. Pido, simplemente, que se respete la inteligencia de los ciudadanos. Que retiren los políticos de sus despachos las fotos que tienen de os vecinos con los patucos puestos y el chupete entre los labios.

Aunque nos den las peores noticias que cabe esperar, es mejor saber lo que está ocurriendo a ignorar cuanto sucede. Es mejor equivocarnos juntos de ruta, que ignorar donde nos llevan, aunque pretendan conducirnos al más poético parnaso.

SECRETISMO OFICIAL

SECRETISMO OFICIAL

Sucede que a muchos ciudadanos les molesta tener información sobre hechos acontecidos en el pasado que les fueron ocultados cuando se produjeron, por razones que no comprenden. Me refiero al secretismo con que se tratan algunos asuntos que a todos afectan, en el ámbito de la “cosa pública”.

Los políticos tienen entre manos tantos secretos oficiales que se inventaron una comisión para ocuparse de ellos, a partir de unas raras historias que sucedieron con los fondos de reptiles, también llamados reservados.

¿Será cierto que la política tiene alcantarillas por donde discurre la mierda que alimenta a los roedores que en ellas viven? Vamos a ver si alguien puede aclararnos las ideas. ¿Qué cosas hacen, dicen, negocian, pactan, compran o venden los políticos que no podamos saber los ciudadanos? ¿Es tan grave lo que sucede en esas alcantarillas políticas como para que el pueblo no pueda bajar a ellas por temor a ser mordido por alguna rata de esas que merodean en torno a las mesas de negociación?

Yo creo que la política de ocultación de hechos se relaciona más con beneficios personales, que con el interés general. Tanto secretismo habla más de un falso proteccionismo paternalista para ocultarnos la verdad, que del respeto que los ciudadanos merecemos a nuestra madurez. Además, hay personas que se mantienen en sus puestos a fuerza de guardar secretos, porque saben que quien tiene información sobre la mierda que cubre a los poderosos, puede llegar a tener tanto poder como ellos.

Esto de los secretos oficiales tiene más que ver con la autocracia que con la democracia. Sí, porque lo más característico de la oligarquía no es la violencia, como piensan algunos, sino
el secreto. Cuando en una democracia se empiezan a hacer las cosas a cencerro tapado, comienza a esparcirse por el ambiente el tufo de las cloacas y los ciudadanos salen huyendo del nauseabundo olor que destilan las fosas sépticas donde se recogen los muertos anónimos, la compraventa de armas, los traslados ilegales de presos, los crímenes de Estado, la oscura distribución del erario público y otras corruptelas que los políticos pretenden ocultar tras el tupido velo de la complicidad que comparten, disfrazándola de secretos oficiales.

La democracia es, sobre todo: luz, taquígrafos y publicidad. Un pueblo maduro como el nuestro ha de estar informado de cuanto sucede entre bastidores y opinar sobre lo que hacen sus dirigentes. Un pueblo adulto no necesita ninguna tutela para gobernarse, ni poderes moderadores de ficticias tensiones que sólo existen en la mente de los beneficiados palaciegos, ignorantes de la historia de nuestra España. El calor que estamos pasando estos días es un buen momento para derretir las leyendas y cuentos infantiles con que nos durmieron al recuperar la democracia.

No estoy pidiendo a los pintores de escenarios políticos clandestinos que hagan cuadros para los ciudadanos ciegos; ni a los que dirigen la orquesta en los procesos negociadores, que compongan música para quienes están sordos; ni a los que redactan informes, que escriban cartas a los analfabetos. Pido, simplemente, que se respete la inteligencia colectiva. Que retiren los políticos de sus despachos las fotos que tienen del pueblo con los patucos puestos y el chupete en la boca.

Aunque nos den las peores noticias que cabe esperar, es mejor saber lo que está ocurriendo, que ignorarlo. Preferimos saber la verdad, por dura que sea, a vivir engañados. Deseamos conocer los guisos que se preparan en las cocinas políticas, para evitar ser envenenados. Queremos estar informados de las negociaciones y participar en las decisiones, porque es mejor equivocarnos juntos de ruta, que ignorar donde nos llevan, aunque pretendan conducirnos al más poético parnaso.