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Etiqueta: águilas

AMAS DE CASA

AMAS DE CASA

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No existe oficio menos reconocido, peor remunerado y más desprotegido que el realizado por las “amas de casa” en la familia tradicional, impuesto a las mujeres por una milenaria cultura, desde que los primeros homínidos se cobijaron en las cavernas y las féminas se encargaron de limpiar la casa, cuidar los hijos, aderezar los víveres y otras funciones, nunca valoradas socialmente, ni estimadas laboralmente, ni agradecidas familiarmente.

La familia convencional añade a los quehaceres domésticos femeninos, la exigencia de abnegación diaria a las mujeres. Es decir, el requerimiento del sacrificio gota a gota, de la renuncia cotidiana a los propios intereses, del abandono de aspiraciones y la retirada de personales deseos a favor de la familia, llegando a la negación de sí mismas en beneficio de los demás y  desgastando su vida por ellos.

Insustituibles penélopes y trabajadoras ignoradas, que agotan su vida entre cazuelas, escobas, fregonas y mercados, haciendo y rehaciendo cada día los mismos quehaceres sin lucimiento alguno, ni recibir palabras de aliento, ni compartir entusiasmos, mientras se marchitan en cotidiana rutina, con la tentación pasajera de abandonarlo todo algún día.

Quienes llegan hasta el final desengañadas, se preguntan por el fracaso de sus expectativas y buscan a los culpables de robarles las aspiraciones y los sueños, cuando apenas les queda ya curiosidad alguna por saber qué había más allá de las paredes domésticas. Y la amarga soledad, que siempre las acompañó, les recuerda el vuelo de las águilas a quienes fueron obligadas por las sociedades laicas y religiosas a ser gallinas cluecas.

GATO POR LIEBRE

GATO POR LIEBRE

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A quienes engullen habitualmente liebres es difícil engañarles poniéndoles una tajada de gato en el plato, porque distinguen sin esfuerzo la carne del minino que se le ofrece, del fibroso tejido de la leporidae, aunque ciertos políticos ignoren esto, a pesar de su mucha afición a la caza de voluntades ajenas.

Igualmente, disfrazarse con plumajes que pertenecen a otros no conduce a parte alguna, salvo a la pretensión de querer emular a las águilas reales, cuando el farsante que lo intenta no pasa de ser una vulgar ave de corral, incapaz de levantar el vuelo con sus propios méritos y esfuerzos.

Los impostores deben saber que cada cual tiene fatalmente el tamaño que le corresponde, sin posibilidad de modificarlo por mucho que se empine y estire el cuello, como ya nos anticipó Edward Young diciéndonos que tan pigmeo es el pigmeo que sube a una cumbre, como grande es la pirámide que se levanta en un valle.

Los políticos que caminan con zancos de amiguismo y se apoyan en andaderas de nepotismo, intentando aparentar más de lo que son, ignoran que unos y otras son frágiles y quiebran al primer golpe de sentido común que los vecinos propinen a la imagen que intentan mostrar en el espejo social, distorsionando la realidad, como en los esperpentos del barbudo Inclán.

Los protagonistas del engaño llevan dolorosa penitencia en su pecado porque terminarán convertidos en estatuas sociales de sal en su afán de fingir la realidad, aunque eso les sirva para trepar, porque como dijo cínicamente Beaumarchais: para ocupar buenos puestos en las listas electorales hay que ser mediocre y rastrero, pudiendo llegarse a todo en la organización y a nada en la conciencia ciudadana.

Vamos, que de poco sirve aparentar lo que no se es porque la realidad es inexorable por mucho que ciertos políticos echen mano de las urnas para subirse a las papeletas electorales pretendiendo alcanzar una altura que no les corresponde y darnos gato por liebre a todos los ciudadanos expertos en carne de liebre.