EL INJUSTO SALARIO DEL CUERPO

EL INJUSTO SALARIO DEL CUERPO

Unknown

Mi total alejamiento del mundo de la moda, el glamur y la pasarela me ha jugado una mala pasada, poniendo en pie mi estado de ánimo contra algo que mi mente rechaza, enrojeciendo las vísceras morales con indignada sangre, rebelde a lo que considero un insulto a la hambruna, el desamparo y la sabiduría.

Leo con estupor que la supermodelo brasileña Gisele Bündchen recibió el pasado año ¡35 millones de euros¡ por pasearse ceremonialmente en las pasarelas, lucir palmito en las fotografías, vender su cuerpo en las revistas y anunciar productos publicitarios, ganando veinte mil euros por hora de trabajo. ¡Dios!

Todo ello, tras pasar por el quirófano para hacerse una rinoplastia que estilizara y estrechara su imperfecta nariz, considerada grave error de la naturaleza en un cuerpo perfecto, cuyos parámetros de perfección fijan los cultivadores de una moda que atonta a quienes carecen de problemas de supervivencia o solo escuchan los rebotes de su única neurona contra las paredes del cerebro.

Viendo a esta señora admirada en el mundo por su belleza física, que “gusta” a cuatro millones y medio de ciudadanos en Facebook, con dos millones de seguidores en Twiter y tres millones de personas en Instagram embobadas con su cuerpo, tengo que pensar en una cierta patología mundana que sigue instintivamente un norte equivocado de rumbo.

Esto me obliga a decir que son muchos los humanos que valoran más la piel que el cerebro, las piernas largas que el ingenio, la sonrisa que el talento, la belleza física que el duro trabajo esforzado, el tejido carnoso que las neuronas y la bisutería social que los valores morales.

Pienso en los investigadores que hacen posible el progreso humano por tres monedas de cobre. Recuerdo a los pensadores que mueven generosamente el mundo con sus ideas. Lamento la fuga de cerebros por falta de recursos y sustento. Elogio a literatos y músicos que nos deleitan por unas pocas monedas. Evoco a los sabios que sobreviven en la pobreza de un mísero salario. Y me rebelo contra los recortes y la pobreza en un mundo injustamente generoso con quien nada hace por la Humanidad.

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