DE LA “GAUCHE DIVINE” A LA “BIRRAGAUCHE”

DE LA “GAUCHE DIVINE” A LA “BIRRAGAUCHE”

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La catalana “gauche divine” de los años sesenta y sus afines a ella, que más tarde pasaron a ser la “gauche di vino” y finalizaron en la “gauche di whisky” definida así por el amigo Perich, ahora se actualiza en la “birragauche”, es decir la izquierda de cerveza por gusto del poderoso diputado que posa con botella de birra en mano y amplia sonrisa, allí donde se le requiere.

Viendo la evolución sufrida por la primigenia “divina izquierda”, “podemos” deducir que el paso dado por la pareja que lidera la izquierda situada a la izquierda de los restos de la “gauche divine”, terminará en lo que muchos no desean y otros tantos esperan, porque la dacha adquirida por los dos vallecanos en la sierra madrileña, en nada se parece a la chacra habitada por su admirado Mujica en las afueras de Montevideo, durante la presidencia uruguaya.

Lo inquietante es que la pareja perteneciente a la “birragauche” haya seguido los pasos de la “gauche divine” en su crítica a los políticos franquistas que se pasaron la vida en coche oficial para luego hacer ellos lo mismo que criticaban con la llegada de la democracia, cambiando su pisito por un chalet, símbolo de la burguesía que tanto han censurado, decepcionando a propios y extraños, como el alcalde podemita Kichi y mi vecina Teodora.

Es obligado reconocer que la clase política también tiene derecho a prosperar honestamente, a vivir mejor, a garantizar su futuro y a protegerse ellos y su familia, pero quienes ha hecho bandera de la austeridad en Alcampo deben medir sus excesos para no decolorar la bandera roja-roja que les llevó al escaño, ondeando valores de la izquierda que estremecieron al sistema y quitaron el sueño a la burguesía de Galapagar donde ahora se han avecindado.

Y quienes se han quedado satisfechos con oír a la pareja defender su coherencia ideológica contra las élites, -término sustitutivo de casta-, deben saber que es un intento baldío de autoexcluirse distraídamente del grupo de castizos españoles, justificando su compra diciendo que será vivienda propia y no especulativa, junto a otros alegatos hipotecarios de clase pobre y oprimida, algo que debía inquietarles a ellos mismos porque la cantidad a pagar mensualmente por la hipoteca durante treinta años – según elemental cálculo aritmético-, confirma la intención de prolongar su vida política activa ese tiempo, o dar una vuelta en privilegiada puerta giratoria al dejar la vida pública, pues cuesta creer que puedan pagar la cantidad correspondiente al mes si retornan a sus puestos de profesor interino y psicóloga en paro.

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