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Mes: julio 2018

ELLAS

ELLAS

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La petición de una lectora por mi artículo del pasado domingo dedicado a Feminilandia, donde aludía a las mujeres que habitaban en dicho territorio, me obliga a escribir sobre las féminas que viven fuera de él, porque también “ellas” merecen unos renglones de agradecimiento y recuerdo, aunque la gratitud no sea pretendida por estas mujeres y estéril la evocación por estar su memoria permanente en nosotros.

“Ellas” -las otras- son las que son por merecimientos propios, sin añadir a tal elenco las autoexcluidas del mismo, pues no todas las mujeres son compañeras que acompañan, amigas que amiguean, amantes que aman, esposas amorosamente esposadas y también – ¿por qué no?- un poco madres a nuestro lado más allá de lo urgente o necesario.

Rebeldes a la injusticia; prudentes consiliarias; incansables luchadoras; apasionadas amantes; amenas conversadoras; silenciosas sufridoras; abnegadas madres; valientes campeadoras; estímulo de vida; despiertas soñadoras; y fieles escuderas cual caballeras andantes que resuelven entuertos domésticos llevando el corazón familiar en bandolera.

Mujeres con quienes luchamos por la igualdad de derechos entre seres humanos sin discriminación por razones cromosómicas sexuales, pero aceptando la inevitable desigualdad derivada de las constituciones anatómicas que nos diferencian, separan y unen, en un juego de seducción y encantamiento, semejante a la irresistible atracción magnética entre polos imantados de diferente signo.

Tal diferencia nos permite mirarnos mutuamente a los ojos, llegando a través de ellos a los más íntimos y hechizadores rincones del alma; disconformidad que nos complementa en individualidades inseparables y únicas; disentimiento conducente a la más ensoñadora realidad, de la que salen chispas multicolores en cada encuentro; disparidad que nos permite dar lo que no tenemos y recibir cuanto nos falta.

En “ellas” se diluyen temores, dolores, pesares y sinsabores. Aunamos con “ellas” voluntades dispersas, empeños comunes y afanes compartidos en amoroso territorio inexplorado sin capacidad de respuesta, donde se hace realidad lo imposible y predecible lo inesperado por el milagro de la sonrisa que nos brindan siempre en el momento oportuno; por su certeza al hablar; su prudencia al actuar; su humildad al reprender; y su grandeza al perdonar.

A “ellas” les agradecemos las lágrimas vertidas con nosotros; el hombro donde nos apoyamos; las noches de insomnio compartidas; la salvación en tempestades; el consejo certero; la mano tendida en los tropezones. …Y les agradecemos anticipadamente la felicidad que tendremos junto a “ellas” en la vejez que nos espera.

FEMINILANDIA

FEMINILANDIA

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Feminilandia es un territorio situado a sur de toda lógica y ortodoxia feminista, donde el feminoidismo ha tomado posición ventajosa frente al feminismo que ha mantenido lucha tenaz y duradera a favor de las mujeres para que estas tengan idénticos derechos que los hombres, como acto de justicia que avergüenza reivindicar, porque lo que es justo debía obtenerse sin necesidad de lucha alguna.

Los hombres feministas fronterizos con Feminilandia deben ser cautos en la frontera porque los feminoidistas pueden acusarles de machistas a la primera de cambio, en cuanto se encuentren una capilla ardienta con una estudianta independienta que sea pacienta de la dirigenta de un partido con presidenta no residenta, que levante el dedo acusador apoyada por periodistos, dentistos, poetos, pediatros, taxistos, artistos y pianistos.

En feminilandia puede un feminista acabar en un comisarío de policío por besar a una mujer al saludarla, tocarle el brazo en una conversación o decirle que está muy guapa, algo que les obliga a piropear vecinos sin peligro de ser denunciados, llevarlos del brazo sin asombro feminoidista o darles besos sin problemas judiciales consecuentes.

Las empresas publicitarias de Feminilandia evitán utilizar a las mujeres como reclamo comercial o mostrarlas en pañales inferiores, pero no tienen dificultades en poner imágenes de un hombre en tanga, acompañado de una mujer que le baja los calzoncillos, o publicitar prótesis femeninas de plástico para que las mujeres puedan orinar de pie como los hombres, estando obligados los peluqueros de este territorio a abaratar el corte de pelo femenino hasta equipararlo al del hombre y rebajar el precio de los “intimísimos” femeninos, a niveles de gayumbos.

Radical feminismo de exhibición que enmascara sin pretenderlo el racional feminismo y la detestable violencia de género, cuando feminoidistas de Feminilandia atribuyen potencialidad violadora a todos los hombres o piden la eliminación de los mismos.

Frivolización del feminismo que a nada bueno conduce, ocasionando un inútil desgaste energético que podría emplearse en luchar contra los asesinos descerebrados que siguen enviando mujeres al cementerio, y atacar el sutil machismo que permite a machotes de verdes gónadas controlar teléfonos y relaciones de sus parejas, imponerles prohibiciones, decirles lo que pueden y no pueden hacer, faltarles al respeto o impedirles que trabajen o estudien, entre otras lindezas; a las que pueden añadirse las mutilaciones genitales femeninas, los matrimonios con niñas, las violaciones maritales, los destierros a chozas de menstruación y los abortos selectivos de niñas.

En Feminilandia hay demasiados fuegos artificiales y excesiva lucha por la primacía, sin tener en cuenta que el camino a seguir es igualar y no invertir; acordar, sin ajustar cuentas; y unir las personas de diferentes sexos, sin dividir la sociedad, porque no se trata de batallar en una guerra de sexos entre hombres y mujeres, como hacen feminoidistas y feminiodistos, pues tales excesos están provocando que muchas personas empiecen a colgar las banderas en el perchero de la indiferencia, provocando la irritación de  quienes las descalifican e insultan

Todas las personas que pertenecemos al mundo culto y civilizado, absolutamente todas, somos feministas y apostamos por la igualdad entre hombres y mujeres, rechazando que se discrimine a un ser humano por razón de heredados cromosomas sexuales, negando que sean estos quienes determinen las oportunidades en la vida, la competencia personal, el salario, los derechos y libertades. Por eso, seguiremos siendo feministas, a pesar de que Genoveva Rojo nos acuse de violadores potenciales, y la youtuber feminoidista Jenny McDermott nos condene a muerte por el delito de ser hombres.

LA CARRERA DE DON TANCREDO

LA CARRERA DE DON TANCREDO

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Don Tancredo López se anunciaba como “fascinador ilusionista de toros bravos” en los carteles publicitarios de 1901, famoso personaje de temerario valor que conseguía llenar las plazas de toros plantándose inmóvil ante la cara de un bravo cornúpeta, antes de que los toreros lancearan, banderillearan y estoquearan al cuatreño.

El día que hoy recordamos, esperó nuestro héroe en el callejón a que se despejara el albero y los areneros colocaran en el centro del ruedo, frente a la puerta de toriles, el blanco pedestal correspondiente, al que se subió orgulloso y ceremonialmente el “rey del valor”.

Una vez en lo alto de la tarima, saludó al público que llenaba la plaza, brindándole  la suerte que iba a ejecutar, antes de cubrirse el rostro con una careta blanca y hacer la señal convenida al torilero Albarrán, quien descorrió el cerrojo de chiqueros y abrió el portón de los sustos por donde salió al galope el morlaco “Sacristán” con el número 14 en el costillar, llevado allí cansado de pastar en la finca de Víctor Biecinto, dirigiéndose a don Tancredo con un bufido que silenció los tendidos.

Se acercó el toro jabonero, sucio, corto y apretado de cornamenta al inmóvil temerario, olfateándole con el hocico la cintura, para después girar a su espalda y observarlo atentamente por la espalda, cuando los espectadores comenzaron a aplaudir entusiasmados asustando a la res que envistió al pedestal, obligando a salir corriendo a don Tancredo delante del toro, salvándole de la cornada los peones que arrojaron sus capotes a la cara del animal, permitiendo a la estatua humana saltar la barrera y salir luego al ruedo para recibir la ovación correspondiente, con vuelta al ruedo incluida.

A los tancredos políticos no les ocurre esto porque nadie les aplaude por quedarse inmóviles frente a los problemas, como mérito para salir luego en las fotografías de los carteles electorales.

AMABILIDAD NO HEREDITARIA

AMABILIDAD NO HEREDITARIA

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Entre los caracteres que los seres humanos recibimos de nuestros progenitores no figura la amabilidad, es decir, la cualidad que nos hace dignos de ser amados, porque la afabilidad, complacencia y afectuosidad no se encuentran en la secuencia de ADN transmitida en los caracteres hereditarios.

Nadie es amable por herencia cromosómica, sino por aprendizaje de las capacidades que habilitan para serlo, poniéndose de manifiesto los méritos propios adquiridos para ser amados por quienes van de camino a nuestro lado en la vida dándonos la mano y acompañándonos en la ruta.

Las personas amables generan sentimientos positivos a su alrededor que a todos benefician, con sonrisa a tiempo y buen gusto, cultivando detalles de cercanía, destilando armonía y sin importarles la renta afectiva que puedan recibir al invertir su patrimonio sentimental en gestos que facilitan la comunicación y el entendimiento.

Además del bienestar que reporta tomar y dar; resulta que ofrecer y aceptar no exige esfuerzo alguno ni renuncia a nada, porque dar las buenas noches, desear feliz jornada, agradecer atenciones, poner una sonrisa, solicitar perdón, admitir errores, ceder la razón, silenciar descalificaciones, pedir permiso, disculpar errores y promover acciones para el buen entendimiento conducen a la felicidad.

EL OFICIO DE ESCRIBIR

EL OFICIO DE ESCRIBIR

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Cuando en 1955 Gabriel García Márquez presentó a un editor argentino el original de “La hojarasca”, este “profeta” le dijo a Gabo: “Chaval, dedícate a otra cosa”, cometiendo un error del que estuvo arrepintiéndose hasta su muerte. Bien, pues espero no equivocarme tanto como este editor, diciéndole eso mismo al autor del libro cuya reseña se me ha encomendado.

Tal circunstancia me da pie a poner en alerta a los lectores de obras literarias sobre la literatuloidea que se difunde actualmente, obligándonos a distinguir el grano de la paja, en este tiempo en que proliferan escribidores, incompetentes “negros” mercenarios, copistas desilustrados, estafadores intelectuales y editoriales de libros interesadas solamente en la caja registradora, dejando a un lado la calidad literaria de las obras que publican.

No me refiero a las palabras gruesas, blasfemias o groserías descontextualizadas contenidas en algunos libros, sino a expresiones carentes de la mínimo nivel literario exigido para justificar la publicación de un libro con intención seudoprofesional, porque algunos de ellos contienen páginas indigeribles, impidiéndonos pasar del primer renglón, como es el caso del libro sobre el que debo informar.

Tales textos oscurecen la literatura por la escasez del vocabulario empleado y la vulgaridad del lenguaje exhibido, unido a errores ortográficos, repetición de nexos, chabacanería expresiva, pedestres descripciones, pobreza léxica, verbos polisémicos, sustantivos genéricos, redundancias, adjetivaciones inexpresivas y epítetos tópicos.

Forman este colectivo de escribidores quienes se pagan la edición de sus propias obras tras ser rechazadas por las editoriales; otros que han sido padres, han plantado un árbol y quieren completar la tercera pata del trípode con un libro que les dé vida perdurable; también se incluyen tertulianos y tertulianas rosadas que venden “polvos”, encamaciones, separaciones y arañazos familiares; uniéndose a ellos la legión de incompetentes literarios que dan su brazo derecho por ver las cuartillas que han emborronado en alguna estantería.

Tales escribidores ignoran que ser escritor es  tarea ardua, dura, sacrificada y difícil, muy difícil. Un escritor no se improvisa en horas veinticuatro porque demanda vasta erudición, incansables lecturas, talento creativo, dominio de la lengua, conocimientos gramaticales, instrucción ortográfica y, sobre todo, respeto a los lectores que van a dedicar su tiempo al libro, porque nada hay que valga más que el tiempo, ni despilfarro mayor que perderlo, engañando al lector con propuestas literarias encuadernadas que no merecen el tiempo, la atención, ni el gasto.

La creación literaria exige entrega, renuncia, sacrificio y trabajo. Requiere dejar las pestañas en páginas de otros libros, ocupar muchas horas investigando y desgastar las pupilas en la pantalla de un ordenador, buscando la perfección que García Márquez se exigía a sí mismo: “Repito el folio hasta que me sale impoluto. Sin ningún baile de caracteres y con la puntuación en su sitio. Un error de máquina o una tachadura es para mí un error de estilo que no me perdono”.