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Día: 11 de diciembre de 2015

MACROBOTELLÓN Y RESACA

MACROBOTELLÓN Y RESACA

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Tempraneando por las calles salmantinas puede verse el rastro dejado por el atilano caballo universitario en plazas, aceras, calles y callejas, con el pasmo asombrado de volver a la vida con modorra pesarosa, como le sucedió al poeta, pensando vivir una triste pesadilla, que despierto aún la angustia le dura al paseante.

Zozobra desesperada tejida con red sentimental y pegajosa como un desengaño, que deja el alma presa en decepción similar a una crisálida paralítica en plena metamorfosis a la realidad, pero sin alas para volver a la vida entre la miseria inculta de vidrios rotos, botellas en las ventanas, vomitonas en los rincones y excrementos por doquier.

Es el rastro dejado en la urbe por la marabunta debastadora, eufemísticamente llamada “nochevieja universitaria”, desconociendo el dinero recaudado en las cajas registradoras de la beneficiada hostialería salmantina, porque ese dato no está al alcance de la vista, ni se sabrá nunca la realidad sobre los euros dejados en mesones, tabernas y discotecas por los cincuenta mil jóvenes que invadieron la ciudad.

Entre las céntricas rúas de esta ciudad sabia y acogedora, se oyen aún gritos abandonados y puede ver el rastro dejado por asilvestradas turbas, en puertas de comercios, portales de viviendas y mobiliario público embadurnado con la grosería de los hunos, que han transformado en vertedero las vías peatonales con alcohólicas meadas, en nada parecidas a los poéticos orines romanos de Alberti, provocadas por los jóvenes que habitan el recinto amurallado de la tribu.

Ahí quedan de madrugada piltrafas ebrias desparramadas por las calles tambaleándose como muñecos de trapo y toreando coches en la calzada, con el enfoque visual en el punto ciego, la pituitaria anestesiada, la garganta ronca, los pies cruzados y el cerebro en estado cataléptico.