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Día: 9 de diciembre de 2015

CENTRÉMONOS

CENTRÉMONOS

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Algún fenómeno inexplicable de mecánica circular le ha sucedido a los partidos políticos que todos giran al centro en cuanto vislumbran la posibilidad de ocupar sillones institucionales, siguiendo los pasos de la extinta Unión de Centro Democrático, la vieja Democracia Cristiana o desaparecido Centro Democrático y Social, por citar tres precedentes cercanos del centrismo español.

Así, tenemos al Partido Popular – heredero directo de los tres citados -alardeando de ocupar por vocación natural y méritos propios, el centro-derecha de la política española, sin explicarnos dónde han ido a parar todos los partidos de extrema derecha aparentemente desaparecidos, ni justificar la política de derechas que aplica.

Igualmente le ocurre al socialismo desde su renacimiento en 1979, girando al centro con apellido de izquierda y movimientos cinético-sociales semejantes a los ciclones que se desplazan a bajas presiones populares hasta diluirse, cuando las corrientes turbillonarias se convierten en pacíficos flujos laminares, sin pisar los adoquines donde brotan las revoluciones que caminan con rudimentarios garrotes hacia palacios, parlamentos y consejos de administración.

La naciente agrupación ciudadana de Ciudadanos que ambiciona sentar las posaderas en aterciopeladas poltronas públicas, reitera cada día de campaña su empeño en convencernos de su genuino pedigrí centrista, alejado de los extremos y combativo con hipotéticos partidos radicales de uno y otro signo.

La ciclogénesis social de cambio climático político anunciada por los «poderosos» que coreaban consignas revolucionarias, ha quedado en apacible tormenta veraniega al verse cerca de las cúpulas institucionales descafeinando su proyecto inicial con digodiegos, en preocupante desconcierto, aspirando a un descaste que los ha encastado.

Tal vez, todo comenzó con la sesentona “gauche divine” de la pana y la descamisa, que se transformó en “gauche de vino” o “de whisky”, según los casos, centrando, contaminando, durmiendo y abandonando la ideología revolucionaria por la andorga, en un disfrazado camaleonismo, sin que muchos ciudadanos percibieran su cambio de su piel.

Pero a los izquierdistas decepcionados les queda la opción de buscar alguna oportunidad en el Registro de Partidos Políticos de noviembre de 1992, entre quienes aglutinaron la Plataforma Cívica que obtuvo los siete millones de votos antimilitaristas, estimulantes para el cuervo ingenuo.