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Día: 19 de septiembre de 2015

DIGODIEGOS DOGMÁTICOS

DIGODIEGOS DOGMÁTICOS

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La Iglesia parmenidea, estática, conservadora e inmóvil, ha dado un viraje hacia el cambio heraclitiano para demostrar al mundo que todo fluye y nada permanece, lo que traducido en términos dogmáticos y doctrinales significa que importantes “digos” doctrinales están pasando a ser “diegos”, para sorpresa de clérigos y seglares.

No lo digo yo, sino mi respetado y querido papa Francisco, hablando de un catolicismo como religión moderna, humana y razonable, que ha sufrido lentos y tardíos cambios evolutivos a lo largo de su historia, nunca tan contundentes como los actuales, por mucho que se reconozcan los tímidos virajes habidos sobre las hipotéticas verdades religiosas.

Pasar del “solo el ser es” al “nada es, todo cambia” comenzó con la desaparición del limbo, – “hipótesis teológica” a olvidar, según Benedicto XVI – ese extraño lugar donde iban a parar las almas de los infantes que morían sin ser bautizados, porque estaba mal visto que los impúberes sufrieran las consecuencias de algo tan cruel, sin ser responsables de nada.

Luego vino la reforma del purgatorio con indulgencias plenarias y no plenarias incluidas, porque a las púrpuras de la curia, las mitras de los palacios episcopales y bonetes parroquiales no les parecía justo que purgaran penas transitorias quienes no podían meter dinero en el “cepillo” para evitar el castigo, concediéndoseles el indulto.

Pero el otro día hemos sabido por boca del bendito papa Francisco, que el infierno es un recurso literario, metáfora del alma aislada, fruto de la calenturienta imaginación de los profetas. ¡Dios mío, menos mal!, aunque podrían haberse inventado un castigo más liviano que condenar a los feligreses eternamente al fuego en las calderas del cornúpeta y malvado Pedro Botero.

No contentos con eliminar de un plumazo limbo, purgatorio e infierno, también resulta que la historia de Adán y Eva es un cuento. ¡Joer!, según viene la cosa cabe esperar que conviertan en fabulación todo el Antiguo Testamento, porque esa fabulación del barro, la costilla, el paraíso y la manzana, no se diferencia de las protagonizadas por Jacob, José, Abraham, Goliat, Isaac, Sen, Abel, Cam, Jafet, Esaú, Caín, Malaquías, Ezequiel, David, Josué, Moisés, Aarón, Tobías,  ….