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Día: 24 de junio de 2012

RECUERDO DE UN ENCUENTRO

RECUERDO DE UN ENCUENTRO

He traído de Galicia recuerdos imborrables que guardo en la mochila de la memoria, junto a entrañables abrazos, compañías inolvidables y eternos amigos. Pero también he traído tristes sonrisas que quiero compartir con vosotros, porque las vivencias de los tiempos del cólera son eso, recuerdos de dolor que se ha llevado el olvido, dejándonos sólo el humor que provocaron.

Eran tiempos de hambruna y estraperlo. Tiempos de orfandad y soledad compartida en hermandad solidaria. Tiempos de mutilaciones familiares y roturas del almas infantiles, apenas reparadas en colpicios de miseria y disciplinas zafreñas por tierras extremeñas.

Misa diaria y rosario. Misa diaria en ayunas. Misa diaria tras una cena frugal y ligero sueño compartido. Misa  iluminativa en la que mi querido Domingo veía luces y oía campanas durante la ceremonia religiosa, premonitorias del inevitable desmayo, sin que la ciencia explicara tales desvanecimientos, ni la fe justificara sus beatíficas visiones oníricas.

En parihuela era llevado a una sala fría y distante, casi abandonada, donde con desgana era envuelto en mantas pardas hasta que la vida retornaba a los ojos y un caldo hacía el milagro de la resurrección.

No había diagnóstico clínico para tal desmayo, ni tratamiento médico, ni justificación religiosa al prodigioso brebaje, ni explicación pública del vahído. El problema estaba en el escaso plato que llegaba a la mesa desde un menguado puchero, porque la enfermedad de Domingo era, simplemente, hambre.