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Mes: julio 2011

APEGOS, PEGAR, PAGAR

APEGOS, PEGAR, PAGAR

Me siento apegado a vosotros, lectores, por la vinculación afectiva que se está creando entre nosotros con vocación duradera, por medio de una interacción recíproca y sincera, cuyo objetivo básico es apegarnos como lapas a la amistad que nos sustenta. Además, todos los habitantes de esta casa estamos apegados a la cultura, nos inclinamos por los más débiles, apostamos por la igualdad de oportunidades y practicamos la solidaridad.

Pero no quiero hablar de estos nobles apegos, sino de ciertos pegamentos que nada tienen que ver con tan preciadas querencias. Me refiero a codiciosos vínculos, más profanos que sagrados, y más caducos que perennes, que son muy rentables para quienes aspiran a fortificar su vida con eurípides, blindar su poder con guillotinas y manejar tarjetas de platino que pagamos los sufridos contribuyentes.

A-pegar es la expresión que domina y orienta la vida pública en estos pagos, donde los profesionales de la política se pegan entre ellos para no despegarse del poder, al que llevan pegados desde que se inventó un misterioso pegamento político, conocido sólo por los privilegiados que están apegados a él.

Este término se ha puesto de moda en las organizaciones políticas, donde todos pegan carteles electorales, pegándose por conseguir el mejor espacio para sus pegatinas. Y pegándose por pegarse a los sillones con tal fuerza que algunos pegamoides llevan soldados a ellos ¡desde 1982!, pegándose una buena vida, sin que los correligionarios les pongan ninguna pega, para evitar que les peguen una bofetada política y queden  despegados para siempre del poder.

Y poned mucha atención a las vocales, porque no es igual pegar que pagar, ni pagador que pegador. Entre los políticos hay más pegadores, que pagadores. Bueno, es que no existen pagadores en ese mundo de cobradores. Cobradores de prebendas, privilegios, favores y …euribores, claro. No conozco actores políticos que no se peguen la vida padre a costa de
los demás. Debéis saber que todos los apegados al poder están bien pegados y mejor pagados. Y es que tenemos demasiados padres de la patria, ignorando que nos gustaría ser huérfanos totales de tan putativos progenitores.

Ciertos expertos en pegadas nos invitan ¡aaaa-pegaaaaaaar!, como si se tratara de un juego, sin medir bien las consecuencias de tales agresiones. Otros, en cambio, practican entontecedores y pegadizos sonsonetes, hasta que consiguen despegar a los adversarios del banco azul. Ahora andan ocupados en pegar los pedazos desperdigados de España que, al parecer, algunos están despegando con uñas separatistas. En cambio, mantienen pegados a la foto familiar a todos los disidentes internos para evitar huecos en la cartulina por donde se les vayan las artificiales lealtades y falsas unanimidades.

Los más apegados envían a los despegados a-pegar pasquines y a-pegar-se entre ellos mientras distribuyen pegatinas anónimas por los buzones, dejando por el camino colgajos, que ficticios cirujanos pegan para ocultar los jirones despegados de la piel sacrificada del chivo que ¿ha salvado? el pellejo del gran pagador.

Mirad, el secreto mejor guardado en los partidos políticos es la fórmula mágica del pegamento que mantiene a los poseedores de tan preciosa pócima pegados a los sillones, por muy fuerte que pegue el viento sobre las nalgas y espaldas pegadas a los asientos y respaldos del poder. Por eso, los más apegados a privilegios ocultan celosamente el tubo de pegamento para que ninguno otro pueda utilizarlo. Entre estos guardianes custodios de las esencias del poder se encuentran ciertos izquierdosos que van de pega, simulando ficticias actitudes solidarias que resultan sospechosas, porque les gusta más el pesebre solitario que compartir mesa con los pegajosos recién llegados.  De esta forma hacen bueno el final del cuento, en el que ellos  – los apegados, claro -,  siguen pegados a la vaca muy felices, pegándole al resto con los huesos en las narices.

INSOLIDARIDAD Y DISCRIMINACIÓN

INSOLIDARIDAD Y DISCRIMINACIÓN

A veces pequeños gestos ponen de manifiesto actitudes contrarias a la ideología que se dice profesar, y ciertas conductas “corporativas” denuncian falsas convicciones en quienes afirman defender lo contrario de aquello que practican.

El socialismo histórico ha tenido siempre por bandera solidarizarse con las personas menos favorecidas, pero los tiempos cambian y ahora los modernos socialistas se identifican más con sus líderes que con los trabajadores, y los parlamentarios de la rosa no se cortan en expresar su solidaridad corporativa con un colega, sin importarles los empleados subalternos que les llevan vasos de agua a la tribuna para enjuagarse la boca, cuando alaban al ministro que más chascarrillos político-económicos ha sacado de la chistera. Espero con ansia su novela de ficción «Influencia del uso de la corbata en el incremento del gasto energético».

La frivolidad política cometida es lamentable, pero el delito moral es doblemente detestable. No es de recibo democrático la discriminación que se está perpetrando en el Parlamento español, exigiendo a los ujieres llevar corbata en la Casa Madre – ¡bajo amenaza de sanción! -, permitiendo el descorbatamiento a ministros, parlamentarios, periodistas, invitados y visitantes.

Pero descalifica aún más a los compañeros socialistas que algunos se hayan presentado ayer en el Congreso sin corbata para ¡solidarizarse con el  ministro!, cuando parece más “socialista” acudir a las comisiones y sesiones con corbata, en solidaridad con quienes están obligados a llevarla, aún en contra de su voluntad.

Es insultante que esto suceda en el Parlamento sin que nadie tome decisiones para evitarlo,  pero más indignante es que los socialistas permitan tal discriminación protocolaria y, – lo que es más grave -, tengan gestos de solidaridad con quien no la necesita, sin poner la atención en quienes están sometidos a unas normas discriminatorias.

La responsabilidad política y laboral de los diputados es superior a la exigida a los ujieres, pero la dignidad de su trabajo y las condiciones formales del mismo deben ser iguales para ambos colectivos, sin discriminación alguna.

Execrable que se obligue a los ujieres guardar unas formalidades y presencia física, de las que se exime a quienes más debían respetarlas. Y condenable la actitud de los ¿socialistas? que han optado por solidarizarse con el ministro sin mirar para los porteros, ni atender las peticiones de disciplina y respeto solicitadas por el compañero presidente, poniendo en evidencia una fractura interna que no beneficia al partido, lo que hace pensar que a muchos de ellos les importa poco el naufragio del barco si ellos consiguen un chaleco salvavidas.

 

DIMISIÓN Y DECEPCIÓN

DIMISIÓN Y DECEPCIÓN

Mi estimado Juan Velasco acaba de comunicarme a través de Facebook que el señor Camps ha dimitido como Presidente de la Generalidad Valenciana, y no siento alegría alguna por la noticia, sino todo lo contrario. Una tristeza embarga todavía mi ánimo por la extraordinaria noticia, que nada tiene de bueno pues mi decepción es mayor.

Decepcionado porque un representante del pueblo, elegido por el pueblo y que debía estar al servicio del pueblo, sea procesado por traicionar la confianza del pueblo.

Decepcionado porque miles de ciudadanos dieran su confianza en las urnas a un personaje imputado en un proceso de corrupción política y algunos de ellos lamenten su dimisión.

Decepcionado porque los dirigentes del Partido Popular no cortasen por lo sano las aspiraciones de quien era sospechoso de adulteración política.

Decepcionado porque sean los jueces quienes pongan a los politiqueros en el sitio que les corresponde, cuando podían dedicar sus energías y tiempo a delitos comunes.

Decepcionado por las mentiras públicas iniciales del ya ciudadano Paco Camps y la falsedad con que ha presentado su dimisión, afirmando que lo hace por voluntad propia.

Decepcionado por el silencio que ha mantenido desde que se supo su procesamiento, y el mutismo de los responsables nacionales y valencianos del Partido Popular.

Decepcionado por la prepotencia, risas y delirio con que ha presentado la dimisión y por los aplausos que ha recibido de la concurrencia política que le rodeaba.

Decepcionado por las declaraciones posteriores de Costa, Barberá, Pons y otros dirigentes populares y por el silencio de la mayoría de ellos.

Decepcionado con Rajoy por mantenerlo en los carteles, sabiendo que hubiera ganado las elecciones en Valencia con  Juanito el de la Noria o Perico de la Romería.

Decepcionado porque no se le pueda aplicar al procesado la reforma del código penal, que añadiría a la inhabilitación, la cárcel.

Decepcionado por el victimismo con que un procesado judicial se ha presentado ante los ciudadanos, que no comprenden como declarándose inocente, dimite.

Decepcionado por el cinismo de afirmar que dimite para beneficiar a Rajoy, cuando más hubiera beneficiado al líder y al partido renunciando a presentarse a las elecciones.

Decepcionado porque haya optado por la dimisión en vez de aceptar su culpabilidad como han hechos sus socios y compañeros de viaje, aunque no se libren del banquillo.

Decepcionado porque un político de alto nivel tenga como “amigo del alma” al Bigotes, hasta confesarle que le amaba “un huevo”.

Este es el estado de ánimo que me ha llevado a escribir la entrada de hoy, sin esperanza alguna en que los políticos resuelvan los problemas de corrupción desterrando a los enviciados de sus filas y de las instituciones, lo que nos obliga a depositar la confianza en los jueces para conseguir el rearme moral que necesita la vida pública.

FULANISTAS

FULANISTAS

Mi inolvidable Elke se declaraba klausista cuando deseaba expresar su incondicional afecto y admiración a Klaus, el compañero que había pactado con ella amor eterno el lejano día en que decidió compartir la vida con aquella chiquilla minifaldera que apareció en el staatliche Gymnasium muchos años antes, cuando él era studienrat y ella una pobre einstweilig. Esas lealtades honran a quienes las practican porque las mueve un amor que lleva a ocuparse de la felicidad del compañero sin esperar nada a cambio de ello.

Algo parecido, en menor tono, le ocurre a los deportistas, que viven para el deporte; a los turistas, que buscan amaneceres tras las fronteras y nuevos encuentros en el ocaso; a los ecologistas, amantes de la naturaleza y de la vida libre; ilusionistas, estilistas, humanistas.

También es obligado decir que junto a ellos caminan seudo-istas, personajillos cubiertos de lodo que aparentan ser lo que no son, disfrazándose con adjetivos malversados por su comportamiento, distante del significado que realmente tienen las calificaciones que ellos mismos se otorgan en un intento de engañarnos a todos, acreditando con sus actitudes la falsificación aludida.

Así, nos encontramos con periodistas que manipulan lo que cae en sus manos y engañan a quien se acerca ellos; columnistas que aparentan saber de todo, aunque ignoren casi todo sobre lo que opinan; progresistas ocupados, sobre todo, en su progreso; catequistas intentando catequizar lo incatequizable; marxistas despistados; sofistas de micrófono, púlpito y tribuna; pacifistas de escenario; abortistas exaltados; machistas medievales; descerebrados camorristas; provocadores belicistas; consumistas ingenuos; diputados transfuguistas; prestamistas a la caza del ignorante; capitalistas sin escrúpulos intentando regates con aficionados sindicalistas de ocasión; pacíficos laicistas frente a beligerantes fundamentalistas; y toda la serie de oportunistas, chantajistas y estraperlistas que nos rodean a diario.

Pero dejadme preveniros contra el grupo de «istas» que anteponen a esta desinencia el apócope nominal de su padrino, es decir, de quien va a tirar de ellos para compartir poder, dinero, corrupción, engaños, trampas, fraudes, mentiras y …. banquetes, palcos, honores, privilegios, portadas, reverencias, servidumbre y otras cosas con las que ellos decoran su becerro.

Hablo de los fulanistas, que dejan a un lado las ideas y la dignidad personal, para seguir al ídolo de barro que va a ponerles comida en el pesebre, y corren tras él como los perrillos detrás del hueso que les arroja su amo. Me refiero a los aznaristas, juancarlistas, zapateristas, rajoystas, y tantos otros de cuyos nombres tampoco vale la pena acordarse.
Algunos de estos grupos con un solo miembro en su lista dispuesto a llevárselo todo él solito, dejándonos el consuelo de que la mayoría tiene que repartir alguna parte con sus palmeros reservándose, eso sí,  para ellos la mayor porción de tarta.

Y no creáis que el grupo de lideristas, es decir, de jefecillos, es pequeño. Son muchos, pero todos vulgares. Sí, porque sólo unos pocos privilegiados escriben páginas históricas que merezcan el reconocimiento ciudadano. La mayoría son procaces arribistas capaces de quitarle un caramelo a un huérfano. No penséis que exagero porque los he visto muchas veces pasando la guadaña a medio metro del suelo con intención de decapitar a los que no se agachan a tiempo.

Lo más triste, lo más desolador para el liderista, es descubrir que nunca ha sido amado. Puede haber sido respetado; incluso, tal vez, temido; pero nunca, amado. Porque el amor es lo único que perdura más allá de los bastones de mando, y a éstos se les acaba todo el poder el día que las urnas le quitan esa varita mágica de las manos.

Su falta de pensamiento propio hace que pasen sin dejar huella ni hacer historia. Incluso algunos pierden su identidad porque el fulanismo envuelve la más profunda indiferencia hacia la persona que apadrina el nombre.

HACE SETENTA Y CINCO AÑOS

HACE SETENTA Y CINCO AÑOS

Poniendo la memoria al servicio de la historia y no al revés, es decir, anteponiendo historietas que algunos cuentan al servicio de intereses inconfesables, conocidos por sus beneficiarios, conviene recordar que hace setenta y cinco años los españoles disfrutaban de algo que habían decidido libre, voluntaria y democráticamente, cinco años antes: que la máxima autoridad del Estado fuera elegida por los ciudadanos o por el Parlamento. Algo tan simple que aún no se comprende por qué no sucede así, como hacen los alemanes, coreanos, franceses, italianos, americanos del norte y del sur, austriacos, rusos y varias docenas de países más.

Hace setenta y cinco años Rodolfo Halffter componía dos sonatas al Escorial antes de exiliarse en México; Miguel Hernández se despedía con un poema dolorido de su amigo Ramón; Antonio Machado llegaba a Valencia con los zapatos embarrados acompañado de Juan de Mairena; Unamuno mantenía la alterutralidad entre hunos y hotros; María Moliner trabajaba en su diccionario; Alberti leía sus versos en las trincheras junto a María Teresa; Picasso hacía llorar sus pinceles anticipando el bombardeo de Guernica; Juan Ramón emigraba con lágrimas en sus versos; García Lorca abandonaba el alma de los gitanos en Nueva York antes de que su cuerpo cayera tiroteado en un barranco; Sánchez Albornoz guardaba la historia de aquellos años en la maleta de emigrado; Sender anticipaba su requiem por el campesino español;  Margarita Xirgu subía por última vez el telón, sin saberlo; Ortega advertía a los políticos que “así no”, y su discípula María Zambrano se llevaba para La Habana el pensamiento, dejándonos la sinrazón; el escritor Manuel Azaña redactaba cada noche una página de su diario; Pérez de Ayala dimitía como embajador tras firmar con Ortega y Marañón el manifiesto “Al servicio de la República”; Pedro Garfias escribía sus “Poesías de guerra”; José Bergamín clausuraba la revista “Cruz y raya”, fundada y dirigida por él, después de tres años de andadura; Octavio Paz publicaba el poema “No pasarán”, pero pasaron, arrollaron, vencieron, reprimieron y se repartieron el pastel; León Felipe cedía a Franco la hacienda, la casa, el caballo y la pistola, pero lo dejaba mudo, llevándose a México la voz antigua de la tierra y la canción para que el dictador no pudiera recoger el trigo ni alimentar el fuego; Moreno Villa concluía su “Salón sin números” antes de abandonar la piel de toro; Luis Cernuda enfrentaba por primera vez la realidad al deseo; Emilio Prados comenzaba a recopilar su poesía de guerra que le valdría el Premio Nacional de Literatura; Juan Gil-Albert fundaba la revista “Hora de España” mientras preparaba su casa valencia para recibir en ella a los escritores antifascistas, antes de salir para México.

Científicos, como Severo Ochoa, decidieron abandonar España para que la guerra no truncara su carrera científica. Blas Cabrera, primer físico español, escapaba a la parisina Oficina Internacional de pesas y Medidas; Arturo Duperier, alumno predilecto de Blas Cabrera, se exiliaba para investigar la radiación cósmica y aspirar al Nobel; Enrique Moles, principal químico español, secretario de la IUPAC, dejaba pólvoras y explosivos antes de exiliarse a Francia. Con ellos emigraron también los matemáticos Enrique González Jiménez, Ricardo Vinós y Lorenzo Alcaraz; astrónomos tales como Pedro Carrasco Ganorrena y Marcelo Santaló; y el oceanógrafo Odón de Buen.

Francisco Ayala era acogido en Buenos Aires y Pau Casals en Puerto Rico; el intimista “residente” Manuel Altolaguirre salía hacia París; Rosa Chacel, tras firmar el Manifiesto de los Intelectuales Antifascistas, se alojaba en Grecia con Kazantzakis; Juan José Domenchina dejaba sus poesías para irse poco después con Ernestina a Francia; Jorge Guillén era encarcelado en Pamplona antes de autodesterrarse; Jiménez Frau dejaba con lágrimas en los ojos la dirección de la Residencia de Estudiante para exiliarse en Francia; Luis Buñuel salía en un tren atestado de emigrantes camino de Ginebra para entrevistarse con el ministro de exteriores Álvarez Vayo; Menéndez Pidal comenzaba su autoexilio en Burdeos; Américo Castro marchaba desde Hendaya en una automóvil hacia el exilio, acompañado de Azorín; Ramón Gómez de la Serna dejaba en Madrid la biblioteca que había reunido en 48 años de búsqueda bibliográfica y se embarcaba en un carguero italiano hacia Marsella; Salvador de Madariaga comenzaba su oposición a la dictadura exiliado en Reino Unido; el teniente Fernando Arrabal, padre de Fernando Arrabal era detenido en Melilla y amenazado de muerte si no se adhería a la sublevación; Josep Pla salía en barco rumbo a Marsella acompañado por Edi Enberg; Salvador Bacarisse rechazaba la dictadura franquistas desde su exilio parisino, y Luis Bagaria la caricaturizaba a orillas del Sena; Corpus Barga propagaba la República en París y compraba aviones franceses para el ejército leal; …. y Antonio Buero Vallejo se afiliaba al partido comunista antes de ser condenado a muerte ¡por adhesión a la rebelión!

Esto es una aproximación a lo que pudo ser el segundo siglo de oro español que fue segado de cuajo, a tiro limpio, por un grupo de militares y la sinrazón de “hunos” y “hotros”, sumiendo al país en un retraso difícil de recuperar. Este masivo exilio de cerebros arruinó el pensamiento, la ciencia, la erudición y el optimista futuro que estaríamos ahora disfrutando.

Tan exagerado despilfarro intelectual debe hacernos reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos de dejarle a nuestros hijos un futuro mejor que la vida de posguerra que nosotros sufrimos, porque un joven militar africano que había llegado al generalato prematuramente por méritos de guerras africanas, decidió sumarse al proyecto del general Mola y capitanear la decapitación de la República, atribuyendo a ésta errores que correspondían a los gobiernos rojos y azules, indistintamente.

Así se impuso una dictadura militar que  derogó la Constitución de 1931, anuló los derechos políticos, disolvió los partidos y sindicatos, persiguió a los opositores, anuló las libertades, sancionó a funcionarios con militancia política, separó del aula a profesores disidentes y nos cerró la boca de todos imponiéndonos una censura incomprensible para los jóvenes de hoy.

Recordamos tan triste efemérides para que nunca más, ¡nunca jamás!, vuelva a repetirse, rogando a políticos y creadores de opinión que ayuden a la reconciliación social y al buen entendimiento, por encima de intereses partidista, personales o ideológicos.

El más triste resultado de la guerra incivil que se inició el 17 de julio en Melilla – no en Asturias en octubre del 34 – fueron los muertos que quedaron en las trincheras, tapias de cementerios y cunetas, pero también la quiebra ideológica pendiente de superar y el destierro de una prometedora intelectualidad que tardará varias generaciones en volver.

BICICLETEROS POR LAS ACERAS

BICICLETEROS POR LAS ACERAS

Lo que tenía que pasar, pasó. Hacía meses que venía pronosticando el atropello de un inocente peatón en el espacio que se supone reservado para él, y al final la triste realidad se ha puesto de mi parte, obligándome a lamentar mis predicciones.

Al doblar la esquina, un cicloacera se ha llevado por delante a un niño y han tenido que coserle la cabeza en el hospital y escayolarle un brazo, mientras el padre juraba en arameo, prometiendo linchar al irresponsable bicicletero que circulaba con su máquina por la acera.

Si para proteger a los viandantes de los vehículos a motor fueron creados los espacios salvacoches, ¿cómo amparar hoy a los caminantes urbanos de los pedaleadores que invaden impunemente su espacio?

Circular con bicicletas por las aceras es un nuevo peligro para los indefensos peatones – es decir, para todos -, que exige solución urgente por parte de los concejales de urbanismo de cada ciudad. O se destierran a una isla desierta a estos deportistas de marioneta o se construyen pasos elevados sobre las aceras para los peatones o se dota de un garrote a los transeúntes.

Sabido es que pisar en Alemania un carril bici es más peligroso que poner el pie en la calzada, y cruzar la carrilera velocipedista más inseguro que detenerse en una avenida de cien carriles. Pero nosotros lo hemos mejorado llevando a los peatones el riesgo de acabar en un hospital, si se atreven a pisar la acera.

Se quejan los ciclistas de que no tienen carriles en la ciudad y del peligro que para ellos representan los vehículos motorizados, y como injusta solución invaden las aceras con las consecuencias ya descritas, y las que están por venir, si quienes deben velar por la seguridad de de los peatones continúan mirando para otro lado.

Ante una desgracia mayor que el descalabro o la fractura ósea no tendrán cabida las lamentaciones ni los perdones, porque se está avisando del posible quebranto desde hace años, sin éxito alguno.

Hago público que pocas cosas me molestan tanto como que pasear por las aceras llevando detrás una bicicleta pidiendo paso con el timbrecillo, hasta el punto de hacer cuanto puedo para dificultar su paso, molestándome el adelantamiento cuando el irrespetuoso abusón da un pedalazo definitivo dejándome atrás, para irse a por el siguiente peatón.

Lo curioso es que estos personajes suelen presumir de ecologistas, sin saber qué significa ni los compromisos que esa afiliación implica. Y lo contradictorio es que protesten contra el avasallamiento de los coches sobre ellos y no duden en doblegar a los peatones con sus pedaladas por espacios que no les corresponden.

¡ AL BANQUILLO !

¡ AL BANQUILLO !

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No todas las noticias que llegan en estos tiempos difíciles, son malas. Algunas de ellas, – como la que hoy nos envía la justicia valenciana -, alientan el ánimo de los “indignados”, inquietan a los especuladores, perturban a los corruptos, advierten a los sospechosos, preocupan a los politiqueros, molestan a los incondicionalee y satisfacen a los ciudadanos honrados.

Todo ello gracias a un juez que ha decidido situar el poder del Estado que representa, en el lugar que le corresponde, por encima de presiones políticas, de la controversia periodística que llegará y del juicio social paralelo que se avecina. También al magistrado José Flors le espera lo suyo, porque ya Lola, – la portavoz del procesado -, ha dejado clara la postura del Gobierno de la Generalidad Valenciana, contraria a su decisión, mientras Camps y su jefe Rajoy se han perdido por el espacio sideral.

Estamos obligados a personalizar la noticia porque la complacencia sentida tiene su origen en el procesamiento de Camps, aunque verlo sentado en el banquillo no agrade a nadie pues se trata de un alto representante del pueblo, y muchos pueden sentirse avergonzados por tal representación.

Evidentes indicios de delito ha debido ver el juez para ponerle frente a un jurado por vestirse y calzarse con los trapos sucios de moral y zapatillas embarradas, que llegaban a sus armarios y zapateros servidos a domicilio por el “bigotes”, sin otra intención que agasajar con 14.000 euros en especies a quien nada podía darle, en un alarde de generosidad desconocida en todas las latitudes.

Tanta mentira inicial, tanta prepotencia, tanta ironía y tanto desprecio a la prensa, no podía terminar de otra forma, ni tener diferente colofón al esperado por tantos desdeñados como el presidente ha ido dejando por el camino, pensando que los votos le darían una impunidad que don José justamente le ha negado.

Con el procesamiento se abre el merecido calvario del encausado que comenzará lidiando el miura de la dimisión que van a pedirle por todos los rincones, menos los íntimos, cómplices y beneficiarios de su poder. Cierta prensa pondrá la lupa en su pasado, sus palabras y sus gestos. Y si el jurado es independiente, no se librará de la lapidación social, ni él ni el vicepresidente Campos, ni el exsecretario del PPCV Costa, ni el exjefe de gabinete Betoret, por mucho que la televisión autonómica siga manipulando la información tan groseramente como lo ha hecho ayer, abriendo los telediarios con atascos circulatorios, playas marítimas y festivales roqueros, cuando ya se sabía que ¡¡el presidente de la Generalidad había sido encausado por cohecho!!

La fiscalía anticorrupción pide una sentencia que condene al jefe a pagar de 41.250 euros por un delito continuado de cohecho, es decir, por aceptar sobornos de quien necesitaba sus favores. Petición que comenzó a fraguarse hace dos años y cinco meses cuando el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón inició la investigación por una supuesta trama de corrupción en el caso Gürtel.

Esperemos que Flors no acabe sus días judiciales junto a mi querido andaluz, lamentamos estar gobernados por encausados judiciales, desearíamos penas más duras para los politiqueros corruptos, nos alegraremos de su condena si el jurado lo considera culpable y nos entristece que muchos ciudadanos otorgaran su confianza en las urnas a quienes estaban imputados de choriceo.